Por. Angel Gomera
Se despierta el día, con una sonrisa espléndida y brillante que se cuela por las rendijas de mi corazón, de inmediato se confirma una vez más el gran milagro de estar vivo. Y eso es ganancia para poder seguir sorteando desafíos y dificultades ante la vida. En ese tránsito existencial se dan situaciones simples, otras más complejas que tiende a pintar de gris y oscuridad los horizontes del pensamiento.
Es que en esos momentos cuando están nublados los pensamientos, solamente vemos puertas cerradas, y se hace eco en nuestro interior la expresión derrota, fracaso, no hay respuesta, no percibimos solución; es decir toda nuestra concentración se centra en los problemas sin salidas.
Es muy posible que, ante tales circunstancias, aparece el miedo sin ninguna heroicidad, animando a que se hunda la barca de tu vida por completo, y aplaudiendo éste, con rostro de sarcasmo, las tormentas que te abaten sin contemplación. Y entonces comienza a cuestionar todo con crudeza, a lanzar lamentos por doquier, a enfrentarte con tus sueños, a buscar el culpable o los culpables de la desdicha que se presume tener, y ahí todo pierde el sentido, y le restamos el valor al milagro de la vida.
Pero la vida, un don maravilloso, más allá de los obstáculos e incidentes que diariamente batallan con nuestra felicidad, está llena de manifestaciones y detalles que con un cambio de actitud y con la vestidura de la gratitud, a pesar de los nubarrones turbulentos que puedan estar afectándonos, podemos vivirla a plenitud apreciando cada instante y suspiros vividos como milagros.
¿Y de cuáles milagros estaríamos hablando? De esos bellos recuerdos que debemos desempolvar el baúl escondido de nuestra memoria ingrata, y que al rememorarlos te causan una sensación exquisita y placentera que envuelve por completo todas las células de tu alma, y te hace navegar hacia una eterna primavera celestial. Son esas añoranzas agradables que atacan los anticuerpos cancerígenos de ese pasado negro y amargo, brindándote nuevos aires de libertad y renovación, y que te lanza decididamente a conquistar el futuro con gallardía y optimismo.
Es qué hacer germinar en el presente las remembranzas positivas de un ayer vivido y superado, es uno de los tantos motivos para dar gracias por el milagro de la vida. Pero no solamente debemos quedarnos en la reminiscencia de lo que pasó, vamos también a trasladarnos a un presente que, con la suma de aquellas historias pasadas, forman una big data poderosa de hechos que evidencian cuantos milagros suceden en cada breve espacio de tu tiempo.
Solo basta con detenerse un instante, dejando que fluya el reconocimiento en tu corazón como agua cristalina de manantial, para que aprecies en la dimensión del amor, el gran regalo incalculable que posees. Este es el momento de quitar de tus ojos aquellas escamas pesimistas que impiden ver todo lo bueno que te rodea y saborear la belleza de la vida.
Es tiempo de que cambies el sabor amargo de tus labios por una dulce sonrisa, tan reluciente como un cielo estrellado. Porque los malos tiempos son pasajeros y la oportunidad se ensancha en cada crisis. Cambiemos los llantos por cánticos de fe al compás de la esperanza. Celebremos y bailemos el milagro de existir. Es que mientras más reconocemos la gran riqueza que tenemos, mucho más agradecemos con sinceridad por tan excelso don, y sobre todo aprendemos cada día a dar gracias a Dios por el milagro de la vida.