El día estuvo propicio para que decenas de niños, salieran con sus sandalias montados en sus bicicletas, para protestar por el maltrato del reinado Saudí a la población Chiita. Entre los niños se encontraba Murtaja Qureiris de 10 años de edad; hijo de un activista pacifista de los derechos de los chiitas, llamado Abdullah Qureiris; también Murtaja tenía un hermano llamado Ali Qureiris que fue asesinado, por el delito de protestar pacíficamente contra la dictadura Saudí.
Murtaja a los 11 años de edad fue al mortuorio a besar a su hermano asesinado como un gesto natural, normal y legal de llorar a sus muertos; y más tarde este niño fue arrestado en el 2013, a los 13 años de edad; cuando la familia Qureiris se desplazaba por la autopista del Rey Fahd, allí fueron detenidos por las autoridades, y el niño fue apresado por los siguientes cargos: a) visitar a su hermano muerto Ali. b) y por decir por megáfono: “el pueblo reclama derechos humanos”. Murtaja fue encerrado en la más indigna de las cárceles; y ahora a sus 18 años dentro de la cárcel, ha sido sentenciado a la pena de muerte, y su cuerpo será crucificado o desmembrado.
Los delitos que ahora le inculpan a este niño preso desde los 13 años son: a) pertenecer al grupo terroristas más extremo del mundo. b) Visitar y velar el cuerpo muerto de su hermano, considerado terrorista según el Estado asesino saudí. c) ayudar a una facción de terroristas en la fábrica de cócteles molotov. d) portar armas de fuego de alto calibre, y atacar un destacamento de policías el día del funeral de su hermano. Todos estos cargos fueron catalogado como una estratagema de la tiranía, y fueron desmentidos por la ONU y Amnistía Internacional; como también, estas organizaciones rechazaron las confesiones del niño que dice tener la fiscalía, por considerarlas como confesiones amañadas y extraídas con torturas a un niño, y dijeron que el Estado Saudí no tiene ninguna prueba creíble y sustentable en derecho; las acusaciones solo están sustentadas en la única ley soberana del príncipe Mohammed bin Salman, el dueño y señor de Arabia saudita.
Me parece incongruente y sospechoso que el Presidente de EUA, que se autoproclama evangélico presbiteriano; con un vicepresidente evangélico confeso y practicante de biblia en manos; con un yerno judío que se cree el pseudo mesías de la paz de Israel; con un Secretario de Estado evangélico con apariencia de piedad; y una élite de pastores que perseveran orando fielmente en la oficina Oval de la Casa Blanca, para que este régimen de la ultraderecha, apoyado por muchos evangélicos de pensamiento débil; sea amigo y defensor del régimen dictatorial y tiránico más sanguinario, satánico y asesino del mundo como lo es Arabia Saudita; que ha escenificado el genocidio de niños más horripilante de la historia que está ocurriendo en Yemen.
¿Qué dicen los evangélicos que se desgarran las vestiduras contra las dictaduras? La doble moral y la mentira son las dos armas asesinas más despiadadas contra la humanidad; pues por un lado los evangélicos que gobiernan a EUA, le gustan ir a la ONU a denunciar a los regímenes dictatoriales de su patio trasero, pero no a la tiránica dictadura Saudí; ojalá que los Evangélicos de la casa blanca, hagan algún gesto cristiano de susurrarle al oído de Trump, para que detenga a su amigo verdugo Saudí, para que Murtaja Qureiris pueda seguir montando bicicleta y seguir gritando con su megáfono: “el pueblo reclama derechos humanos”.
Rolando Diaz