
Otto Mañón
A ver si entendemos: un sujeto entra ilegalmente a EE.UU., es acusado por dos cortes de pertenecer a la MS-13, recibe orden final de deportación, es enviado a su país de origen (¡no a Guantánamo ni al Tíbet, sino a El Salvador!)… y resulta que la prensa llora por él como si lo hubieran crucificado en el Gólgota.
Así estamos. Bienvenidos a la religión del “pandillerismo compasivo”. Aquí no hay santos ni mártires, solo victimarios elevados a categoría de víctima si tienen el perfil adecuado: inmigrante ilegal, acusado de crímenes, miembro de una pandilla —pero siempre, ¡siempre!— con una esposa gringa, un hijo tierno, y una sonrisa angelical en la foto que muestran en CNN.
El caso de Kilmar Abrago García ha sido el altar perfecto para esta nueva fe. Mientras la Corte Suprema (9 a 0, por si alguien aún cree que fue un fallo “trumpista”) determina que su deportación fue legal, la prensa insiste en llamarlo “el hombre de Maryland”. Como si la mera presencia prolongada en un lugar te convirtiera en ciudadano honorario. Así, siguiendo esa lógica, el mosquito que ronda mi cocina también es de Georgia.
Bukele, por su parte, ha hecho lo impensable: negarse a entregarlo. Y no sólo eso. Lo llama “terrorista”, y encima le dice a Trump: “mándame más, que me quedan celdas”. Y Trump, sin perder el estilo, responde: “Son hermosas esas cárceles, Nayib. Beautiful”. El progresismo se atragantó con su propio aire moral.
Mientras tanto, la cadena MSNBC advierte que Trump quiere deportar hasta ciudadanos. ¡Oh, horror! ¡Cómo osa un presidente querer deportar criminales! Es que cuando la izquierda ve a un violador reincidente con antecedentes, lo primero que piensa no es en la víctima, sino en su derecho a un juicio con catering vegano y defensor público empático.
Y ahí, entre lágrimas artificiales y moralismo de utilería, está el centro de esta tragedia cultural: la izquierda ha perdido el sentido del bien y del mal. Ya no saben diferenciar entre proteger la dignidad humana… y premiar el delito con tolerancia institucionalizada.
¿Dónde está su indignación cuando una niña es asesinada por un “protegido del sistema”? ¿Por qué no lloran por las Jocelyns, por las madres destrozadas, por los miles que mueren por el fentanilo que entró con “personas de buen corazón”? Silencio absoluto. Sus lágrimas solo valen para quienes violan leyes, no para quienes respetan las normas y terminan muertos.
Y ahora lo peor: la prensa exige que EE.UU. secuestre a un ciudadano salvadoreño en su propio país y lo traiga de vuelta, aunque su gobierno no lo permita. Eso, querido lector, se llama violar la soberanía de una nación. Lo mismo que estos mismos llorones dijeron que Trump hacía cuando… no lo hacía.
Pero si algo nos enseña este sainete es que cuando la luz se apaga, todo se invierte: los héroes son villanos, los jueces no juzgan, y los terroristas tienen club de fans.
Y ahí es donde la Iglesia debe hablar. Porque Jesús también fue acusado injustamente. Pero Él no era miembro de la MS-13. No tenía tatuajes de calaveras ni historial delictivo. Y cuando Pilato dudó, fue por miedo al pueblo, no por falta de evidencia. Hoy, los Pilatos del Congreso tiemblan… pero ante el poder mediático.
Lo que necesita este país no es más tolerancia, sino más discernimiento.
No más lágrimas por el pandillero, sino más amor por el que fue violado por él.
No más excusas, sino más justicia.
Y esa justicia comienza cuando reconocemos que la cruz de Cristo no fue para justificar al criminal, sino para redimir al arrepentido.
Y sí, si Kilmar Abrago algún día se arrepiente y se convierte, hay gracia para él. Pero primero, que cumpla su condena.
Porque no se puede predicar perdón sin antes aplicar justicia.
Y porque no hay cielo para quien pretende escapar del juicio humano y del juicio divino con una visa vencida y una sonrisa de noticiero.
“Porque no en vano lleva la espada el gobernante: es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo.” (Romanos 13:4)
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#POLICristianizando
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Otto Mañón es pastor (o aspirante a siervo inútil) de Iglesia Casa de Bendición Inc., Marietta, GA, freelancer comunicador, miembro de la Coalición Dominicana de Atlanta Georgia y ex editor de los medios hispanos de Pennsylvania Esperanza Comunitaria, Acento Hispano News y @tiempo news.
