Inicio Destacados El lavado de dinero es infernal

El lavado de dinero es infernal

PUBLICIDAD

Maguá Moquete Paredes (maguamoqueteparedes@gmail.com)

El tráfico mundial de droga genera anualmente más de cuatrocientos millones de dólares. El lavado de dinero, que permite a los traficantes ocultar sus ganancias, se ha vuelto, a su vez, un gran negocio. El desarrollo del mercado internacional de drogas, pasando de una industria casera a un comercio global de miles de millones de dólares es completamente aterrador.

La rápida expansión de la producción mundial y el tráfico de drogas para satisfacer las demandas de los mercados internacionales es consistente. Mientras tanto, las mejoras en comunicaciones, transporte y tecnología de la información han hecho que las fronteras del planeta sean más porosas. Las drogas ilícitas, como los bienes, servicios, dinero y traficantes prohibidos, atraviesan esas delimitaciones con prontitud y una eficiencia sin precedentes.

También la globalización ha afectado profundamente los incentivos y las oportunidades de producir, traficar y consumir drogas. La difusión de la pericia técnica ha hecho posible cultivar y refinar drogas, en lugares distantes, mientras que la expansión del comercio, el transporte y el turismo han hecho más fácil distribuir drogas hasta mercados remotos…

Más aún, la creciente integración del sistema financiero global ha ofrecido a los traficantes de drogas muchas más oportunidades de lavar o blanquear las ganancias ilícitas. La enormidad de esas ganancias da a las grandes organizaciones que trafican con drogas el poder necesario para subvertir economías, instituciones democráticas, y, en algunos casos, gobiernos enteros.

Las ganancias del tráfico de drogas han crecido enormemente en las dos últimas décadas. La industria de las drogas, ya no limitada a familias, carteles locales o regionales, goza de los servicios de expertos profesionales en jurisprudencia y finanzas, algunos de los cuales administran ingresos en efectivo mayores que los presupuestos anuales de muchas naciones pequeñas.

Los traficantes de drogas compran influencia política, corrompen gobiernos y distorsionan economías, amenazando con ello las instituciones democráticas, especialmente en los países en vías de desarrollo.

En esta paráfrasis de nuestra realidad republicana, el abecedario de las agencias de seguridad y defensa nacionales no dicen ni hacen nada del tráfico de influencias en el perturbante del tráfico de influencias en el mal de las drogas alucinógenas en República Dominicana.

Ese individuo que sólo piensa con un bate y una pelota, ex jugador MLB (Major League Baseball/Grandes Ligas de Beisbol), critica el deporte dominicano por carecer de un estadio de béisbol. El execrable está cultivando o mercadeando a todos los públicos (identificado por los medios de comunicación nacional y extranjero) el veneno de la adicción a las drogas: marihuana o cannabis. Es todo un arrebatado mental.

Los traficantes de drogas y otros grupos delictuosos transnacionales están socavando el desarrollo político y económico de países de reciente independencia en Asia central, Europa del Este y Rusia. En esos países poderosos, empresarios han aprendido que las drogas duras son buen sustituto de la moneda dura en el mercado mundial. De particular preocupación son los avances logrados por empresas delictivas en el sistema bancario ruso, que les ofrece facilidades para lavar ganancias ilícitas de todas clases, incluso debidas a las drogas, según los informes globales.

La política norteamericana, especialmente en la segunda ascensión a la presidencia de Donald Joseph Trump, se ha convertido en sinónimo de control determinante e internacional de drogas. Y con una postura firme contra la inmigración indocumentada, se han implementado programas de aplicación tanto unilaterales como bilaterales, que combinan esfuerzos de confiscación con la cooperación estrecha entre las agencias de ley de Estados Unidos de América y sus homólogos en el extranjero. Estas medidas se orientan a desmantelar las principales organizaciones internacionales de tráfico de drogas, reforzando el control estatal y la seguridad en la frontera.

Esos programas incluyen la confiscación de embarques de drogas, arresto de los traficantes, alteración de rutas de tránsito, decomiso de dinero obtenido por las drogas y distribución de instalaciones o procesamientos narcóticos.

Los delincuentes buscan formas cada vez más creativas de ocultar las drogas durante su transporte, lo que dificulta la labor de detección de las fuerzas del orden. Además, continuamente se fabrican nuevas drogas sintéticas, por lo que los servicios policiales deben mantenerse siempre al tanto de las tendencias más recientes y los nuevos productos que aparecen en el comercio ilegal.

Una parte considerable de la asistencia norteamericana es para la política y el ejército de países extranjeros, con el objeto de fortalecer su capacidad de control de la droga. Las iniciativas de reforma tendentes a mejorar la capacidad de los sistemas jurídicos locales para acusar y sentenciar a los traficantes. Reciben casi el tres por ciento del gasto total de control de las drogas de los Estados Unidos de América en el extranjero. América Latina ha sido el principal blanco de los esfuerzos norteamericanos por un control internacional de drogas, llegando a un noventa por ciento de la ayuda bilateral contra narcóticos desde año mil novecientos ochenta y uno.

Maguá Moquete Paredes, esPeriodista, Politólogo.