Inicio EvidenCristianas Un niño nos es nacido / Por Félix Caraballo

Un niño nos es nacido / Por Félix Caraballo

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Diciembre constituye una oportunidad para que los seres humanos de buena voluntad asumamos una actitud de compromiso con nosotros mismos, con la familia, y la sociedad en general y ver la Navidad como un espacio de tiempo para celebrar la vida y reflexionar en lo que vendrá.

El nacimiento del hijo de Dios, en la humildad de nuestra condición humana, se ve asediado por múltiples realidades y propuestas del mundo consumista que banaliza la conmemoración del evento histórico más grande de la historia de la humanidad.

Nos han querido robar a Cristo desde la superioridad de otras religiones y otros hombres “iluminados” con liderazgo y ascendencia social y colectiva, desde las teorías e ideologías políticas, desde la ciencia y del progreso; sin dejar de mencionar a los apáticos e indiferentes al hombre que dividió la historia creando una forma nueva de asumir y ver la vida.

La realidad del “niño de Belén” está latente como verdad histórica cuya su vigencia y actualidad no es el resultado de extraños accidentes y fenómenos de la historia y la cultura alimentados por la publicidad y la promoción de mensajes que minimizan la supremacía y relevancia del Creador.

Ese niño se siente «agotado y cansado» de seguir naciendo cada 25 de diciembre; su deseo es nacer en tu corazón, no que le celebres una fiesta colorida, lumínica, estruendosa, con la que pocos lo recuerdan cada año; sino que puedas desarrollar una relación real, personal y permanente, perdurable en el tiempo.

No se trata de pretender que sigas una religión, asistas a una iglesia, creas en algo, practiques alguna doctrina, o guardes alguna tradición familiar particular -impuesta o voluntaria-, no. Lo importante radica en tenerlo presente como prioridad básica, y que ocupe el lugar principal como un «todo»

El maestro de Galilea da la oportunidad (a niños, adultos, jóvenes, viejos, ricos, pobres, migrantes y nacionales) de vivir en la luz, en la verdad y dejar a un lado la indiferencia, el rencor, la rivalidad, pero, sobre todo, el interés de querer suplir el amor con regalos materiales.

Te invita a recordar la época para meditar de manera más profunda en su amor de Dios que le llevó a entregarse por nosotros a fin de proporcionar amor, felicidad, bienestar y, en fin, darnos la salvación y vida eterna, de tal modo que ahora vivamos cumpliendo lo que debe ser el propósito de todo el ser humano:  dar dignidad, honor, alabanza y adoración a aquel que está por encima de todas las cosas creadas.

En resumidas cuentas, la época navideña debe llevarnos a conocer más a Jesús, crecer en amor y conocimiento, crecer juntos en comunidad, en compañía con otros, con la expectativa de que ese “niño”, nos llevará a otro tiempo y otro lugar, un lugar para reunir a los que le pertenecen.

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