Por. Reynaldo Franco Aquino
Las restricciones impuestas con motivo de la pandemia han impedido a iglesias de distintas denominaciones seguir el consejo escritural de no dejar de congregarse, pero estas han respondido volcándose a la internet, especialmente a las redes sociales, desde donde han estado transmitiendo sus servicios completos o en parte.
Muchas congregaciones están usando Instagram, Facebook o YouTube para hacer live streaming. Otras recurren al sistema de mensajería WhatsApp para, a la hora previamente fijada, unirse para orar, compartir cantos de alabanza y exhortaciones.
Que es el mundo virtual?
“Es un entorno de escenas, objetos…de apariencia real, generado mediante tecnología informática, que crea en el usuario la sensación de estar inmerso e incluso viviendo en esa dimensión”.
A la medida que las restricciones se han ido flexibilizando se ha va revelando un nuevo desafío para las iglesias , mucha de los creyentes ya se habituaron a no congregarse, se repitió tanto quédate en casa , que la mayoría ha regresado a sus trabajos y siempre han realizados de manera presencial sus agendas principales ,pero ahora están prefiriendo manejar su fe virtual .
Actualmente vivimos en un mundo donde cada vez crece más la ideología de que no es necesario tener fe en algo o en alguien que ni siquiera podemos ver o tocar, sin embargo se descubrió en un estudio que se realizó por investigadores en la Universidad de Ohio se descubrió que las personas que tienen una vida de fe o que profesan una religión viven más años que las personas que no creen en nada.
Pero esa fe tiene que ir más allá de lo virtual, porque solo virtual es riesgosa está desprovista de vida comunitaria y contacto humano real.
Líderes eclesiales coinciden en que la iglesia no se define por el lugar de reunión, pero reconocen que el congregarse tiene un papel fundamental para los creyentes, la Comunidad de fe presencial , cumple aspectos que son insustituibles , el compañerismo , la hermandad , el sentido de pertenencia , el celebrar y ser celebrado , ser amado , aceptado y reconocido , tiene un efecto terapéutico al que que accesa desde una comunidad de fe.
Una de las realidades más claras del siglo XXI es que la tecnología está en todo lugar. Hoy no es fuera de lo común pedir un taxi, comprar alimentos, o adquirir boletos de cine, todo desde la comodidad de tu dispositivo móvil. Hay una accesibilidad al mundo entero desde cualquier aparato que se pueda conectar al Internet.
Desde luego que esto representa un avance tecnológico que, en muchos casos, mejora la calidad de vida en la sociedad, facilita los servicios, y abre la puerta a una nueva revolución —una revolución virtual—.
Sin embargo, hay que hacerse una gran pregunta ¿cómo han afectado a la iglesia estos pasos agigantados de innovación? Más aún, ¿cómo han afectado estos avances al creyente “promedio”? La cantidad de recursos para creyentes y la magnitud de presencia de algunas iglesias en el Internet puede ser una tentación para algunas personas. Tanto así, que muchas iglesias han optado por acuñar un nuevo término: “iglesia en línea”.
Como consecuencia del cierre debido a la pandemia de COVID-19, las iglesias han crecido digitalmente y han aprendido que la comunidad y la comunión son más importantes que los edificios físicos.
Las tensiones tangibles que enfrentan muchas iglesias antes de la pandemia y cómo la crisis actual las amplifica, así como crea un impulso hacia cambios espirituales y prácticos notables que las iglesias enfrentarán y tendrán que adaptarse en el futuro.
Hay tres temas que nos desafían como iglesia hoy, el dolor (lo que nosotros hemos perdido), la conciencia (lo que aún podemos hacer), y la bendición (las nuevas conexiones que estamos haciendo).
Si bien muchas iglesias se centran en los requisitos tecnológicos y las habilidades digitales necesarias para acceder a la celebración en línea, es la comunicación interactiva y los aspectos relacionales de la comunidad digital lo que la gente más desea en sus experiencias de iglesia en línea.
