La pandemia del Covid-19 encontró la manera de sacar a profesores y estudiantes de las aulas presenciales universitarias. Ahora comienza a dejar también fuera a algunos de la docencia virtual, implementada para evitar contagios por el virus que ha cambiado de manera radical el sistema educativo a escala planetaria.
El cierre de secciones debido a la baja matriculación de estudiantes, la incapacidad de manejar las plataformas digitales diseñadas para garantizar la educación a distancia y el hartazgo por la nueva metodología para impartir clases, ponen en evidencia el declive que se observa en la educación superior en el país.
Patricia Arache, con siete años como docente en una universidad privada, considera que el efecto del nuevo coronavirus en la educación superior ha sido devastador. “Por primera vez no tengo inscritos en las tres materias que imparto, soy docente pasiva”, dice sobre esta preocupante realidad que ha alejado a cientos de estudiantes de las aulas universitarias, lo que termina afectando también a los educadores por el cierre y fusión de secciones.
Las asignaturas de la educadora solían tener 30, 45 y hasta 50 estudiantes inscritos de la carrera de Comunicación Social, donde otros docentes también han sido afectados por el cierre de secciones debido a las bajas matriculaciones y reinscripciones.
Otro docente de una universidad privada que rehusó identificarse perdió una de sus cuatro secciones, pero como ha visto “las barbas de sus colegas arder” con más intensidad, estima que si esto sigue así la pandemia dejará a muchos maestros sin trabajo.
“Uno gana un mísero sueldo y que ahora le quiten secciones así por así es un abuso”, dijo el catedrático universitario, quien depende únicamente de una pensión y de los ingresos por impartir docencia en la academia privada.
La baja matriculación de estudiantes afecta con mayor crudeza a universidades con estudiantes de clase media y media baja.
En esas universidades los profesores se quejan por la sobrecarga de estudiantes en sus secciones y, además, porque tienen que cubrir todos los gastos en el pago del internet, energía eléctrica y otros recursos necesarios para la docencia virtual.
Las deficiencias en el suministro de estos servicios y recurrir con regularidad a un paquetico de datos para encarar la docencia online, afecta tanto a profesores como a estudiantes.
Los educadores tienen menos ingresos también porque la mayoría de las asignaturas prácticas han sido postergadas en los planes de estudios.