
La verdadera oración requiere intimidad con Dios, porque no se trata de un rito. Más bien orar es la conversación mutua entre Dios y el hombre, y ello es un privilegio concedido a aquellos que han sido redimidos por la sangre del Cordero. La Biblia dice: Fiel es Dios por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor (1 Co 1:9).
El Señor Jesús en Mateo 6:6 nos dice: Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
Miremos en Mateo 6, cuatro lecciones que Jesús nos entregó sobre la oración de comunión:
Primero, para orar lo más importante es la condición del corazón. Por eso, la primera orientación no es cómo se ora, sino quien es el que ora. El Maestro dice: No seas como los hipócritas… (v. 5). Recordemos que uno de los requisitos para acercarnos a Dios es que lo hagamos con corazón sincero (He 10:22). Jesús prefiere la oración sincera de una mujer pecadora que llora arrepentida a sus pies, que la mesa servida con hipocresía de un fariseo cuyo corazón estaba lejos de amar a su Maestro (Lc 7:36-50).
Segundo, para orar en comunión con Dios es imprescindible tener un buen propósito. En la segunda parte del versículo 5 Jesús rechaza la actitud de quienes amaban orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos de los hombres. Orar con esa perspectiva, evidencia que dicha oración no está siendo hecha a Dios. La genuina oración es el gemido vertical de un alma que se enfoca en Dios con la misma intensidad con que brama un ciervo por las corrientes de las aguas (Sal 42:1). Jesús no censura que oremos en lugares públicos; tampoco prohíbe que oremos de pie. Pero él pide que nuestra oración procure alcanzar la aprobación de Dios.
Tercero, el que ora debe buscar un espacio que propicie intimidad con el Padre celestial. En el v 6. Jesús orientó: Entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto.Debemos evitar las distracciones. Dios muestra así su anhelo de tener intimidad espiritual con nosotros. La oración no es un monólogo protagonizado por un hombre de rodillas; más bien es la conversación plácida entre Dios y el espíritu de un hombre quebrantado. Dios mismo preguntó: … ¿quién estuvo en el secreto de Jehová, y vio, y oyó su palabra?… (Jeremías 23:18).
“Cerrar la puerta” incluye hoy dejar fuera una llamada inoportuna. Un teléfono en mano cuando procuramos disfrutar la comunión con Dios, se parece mucho a un cuarto de oración sin puertas.
Por último, Jesús no solo nos aconseja evitar las vanas repeticiones y palabrerías al orar (v 7). También nos advierte que solamente somos aceptos por el Padre, si hemos perdonado a quienes nos han ofendido. Por eso, con justicia, en el versículo 15 asegura que, si no perdonamos a los hombres, tampoco nuestro Padre nos perdonará.
Amados, oremos en todo lugar, en el templo, en las casas, en la ciudad, en el campo. Oremos arrodillados, postrados, sentados, de pie y hasta en las camas. Pero no lo hagamos superficialmente, sino en plena comunión con Dios y en paz con nuestros semejantes.
Con amor perseverante,
Vuestro servidor,
Pst. Eliseo Rodríguez
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