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El Sueño de Jacob: La Escalera que Une el Cielo y la Tierra

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Por Marlene Lluberes

Cuando Jacob huía hacia la casa de sus familiares, exhausto y con el corazón cargado, decidió detenerse a descansar en un lugar que más tarde recordaría como uno de los puntos más decisivos de su vida. Allí, en medio de la noche, Dios se le manifestó a través de un sueño extraordinario. En esta visión, descrita en Génesis 28:10–15, Jacob vio una escalera apoyada sobre la tierra cuya cima alcanzaba el cielo, y sobre ella ángeles que subían y bajaban, mientras Adonay permanecía de pie en la parte superior, pronunciando promesas eternas que marcarían no solo su destino, sino también el de toda su descendencia.

La escena, tan cargada de simbolismo, revela mucho más que un simple sueño. Es, en esencia, una declaración divina del vínculo permanente entre los dos mundos: el celestial y el terrenal. La escalera —en hebreo sulam— es la primera clave. Su valor numérico, 130, está relacionado en la tradición hebrea con la expresión “Yom Adonay Hagadol”, el gran día del Señor. Uno de los nombres proféticos del Mesías es precisamente “El Día”, y Yeshúa, al presentarse como la luz del mundo, confirma esta verdad. Cuando Jacob contempla la escalera, lo que realmente está contemplando es al Mesías mismo: el puente viviente entre el cielo y la tierra, el Día grande de Adonay que habría de manifestarse en la historia.

Esta interpretación no es forzada ni alegórica, porque el propio Yeshúa la afirma siglos más tarde en Juan 1:51, cuando declara que los discípulos verían el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre. Con esta declaración, Él se identifica explícitamente como aquella escalera que Jacob contempló aquella noche. A través de Él, el cielo se comunica, interviene, sostiene y guía. A través de Él, la eternidad toca la historia.

El movimiento de los ángeles en el sueño ilustra también su función continua en la vida de los creyentes. Suben llevando las súplicas y obedeciendo la voluntad del Altísimo; descienden trayendo protección, dirección y cumplimiento de la palabra divina. La carta a los Hebreos lo resume con claridad al decir que los ángeles son espíritus ministradores enviados para servir a los que han de heredar la salvación. Así como Jacob los vio en aquel sueño, hoy siguen ejecutando órdenes del cielo en favor del pueblo de Dios. El Salmo 91 retoma esta misma realidad cuando afirma que el Señor da órdenes a Sus ángeles para guardar a los suyos en todos sus caminos.

Pero la visión no solo desvela la actividad celestial. En ella, Dios se dirige a Jacob con la ternura y firmeza de un pacto irrevocable. Le promete que no lo dejará, que no lo desamparará, que lo guardará dondequiera que vaya y que cumplirá en él el propósito trazado desde antes de su nacimiento. Jacob recibe la seguridad de que, incluso con sus imperfecciones y tropiezos, la fidelidad divina no faltará, porque el cumplimiento del plan de Dios no descansa únicamente en la rectitud del hombre, sino en la constancia del Dios que llama.

La escalera es también una advertencia espiritual. El ascenso de los ángeles puede entenderse como la retirada del cielo cuando el hombre se aleja del consejo divino; su descenso simboliza el favor de Dios cuando hay obediencia y fidelidad. El mensaje es claro: mantener la mirada puesta en Yeshúa y caminar conforme a los mandamientos evita que la “levadura” del pecado abra puertas de fragilidad espiritual. Jacob es instruido a permanecer vigilante, a seguir escuchando la voz de Dios y a no apartarse del camino señalado. Esta misma advertencia sigue vigente para el pueblo de Dios hoy.

Más allá del simbolismo profético, este sueño presenta un mensaje de esperanza para cada persona que busca dirección en tiempos inciertos. Así como Dios estableció con Jacob un vínculo inseparable, también promete acompañar a Su pueblo en medio de las aguas profundas y de los fuegos intensos de la vida, tal como declara el profeta Isaías: “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán; cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama te abrasará. Porque Yo soy Adonay, tu Elohim.”

El sueño de Jacob continúa hablándonos hoy. Nos recuerda que no estamos solos, que el cielo responde, y que hay un camino abierto entre Dios y los hombres a través del Mesías. Nos invita a confiar, a permanecer fieles y a levantar la mirada cuando las circunstancias intentan doblegarnos. La escalera sigue firme. La voz desde lo alto sigue llamando. Y el Dios que acompañó a Jacob en su viaje sigue acompañando a cada uno que decide caminar bajo Su pacto.