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Una Cumbre chabacana con chacabana

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Por: Fidel Lorenzo

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La suspendida Cumbre de las Américas prometía ser un espacio de esperanza para la región. Bajo el tema de la seguridad humana, se pretendía abordar cuestiones tan urgentes como la seguridad hídrica, alimentaria, energética y medioambiental. En teoría, se trataba de un encuentro de alto nivel, orientado a promover compromisos colectivos que fortalecieran la cooperación interamericana.

Sin embargo, la realidad terminó siendo otra. Desde antes de su inauguración, se advertía el fracaso anticipado de la cumbre. Los países organizadores, lejos de fomentar la inclusión y el diálogo, optaron por la censura política, excluyendo a varios gobiernos de la región.

Esta decisión, más que fortalecer la democracia, evidenció su fragilidad y su uso selectivo. Resulta contradictorio hablar de democracia y derechos mientras se niega el derecho básico de participar en la mesa de discusión a quienes piensan distinto. Una democracia sólida no teme al disenso; por el contrario, lo reconoce como parte esencial del debate plural.

La exclusión provocó la reacción de varios gobiernos, que, en un acto de dignidad, se negaron a asistir al evento condicionado. El resultado fue la pérdida del quórum necesario y, con ello, la suspensión de un encuentro que debía unir a las Américas en torno a sus desafíos comunes.

En el caso Dominicano, la situación deja una estampa curiosa y hasta irónica: ¿qué se hará ahora con la inversión en chacabanas destinadas a funcionarios, empleados e invitados distinguidos? Más allá de la anécdota, la pregunta simboliza el costo material y político de apostar por una cumbre cuya organización no estuvo a la altura de sus propósitos.

La lección es clara. Cuando prestemos nuestra casa para una fiesta, debemos asegurarnos de que las reglas sean democráticas y que exista respeto a la libre determinación de los pueblos. Solo así podremos construir un espacio donde la voz de todos tenga cabida y donde las Américas, de verdad, se sientan unidas.

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