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Romper el silencio: un llamado urgente contra la violencia hacia la mujer en República Dominicana

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Por Fabiola del Orbe, psicóloga clinica, terapeuta familiar.

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Cada 25 de noviembre el mundo se tiñe de naranja, color que simboliza la esperanza de un futuro sin violencia hacia la mujer. Sin embargo, en República Dominicana, ese color parece desvanecerse frente a una realidad que duele y exige acción inmediata. Las cifras no son solo números: son vidas apagadas, familias rotas, sueños truncados. Detrás de cada caso de feminicidio o agresión, hay un grito no escuchado, una sociedad que todavía normaliza el maltrato y un sistema que reacciona más que previene.

Como psicóloga, he visto de cerca las heridas invisibles que deja la violencia. No todas se notan en la piel, pero muchas se clavan en la mente y el alma. Mujeres que viven atrapadas en ciclos de abuso, marcadas por la culpa, el miedo o la dependencia emocional. Lo más alarmante es que, en muchas ocasiones, la violencia comienza con palabras, con el control disfrazado de amor, con la manipulación emocional que poco a poco desarma la autoestima. Esa violencia silenciosa suele ser el preludio de tragedias que luego lamentamos como sociedad.

En República Dominicana, los feminicidios continúan siendo una tragedia nacional. Según datos recientes del Ministerio de la Mujer y organizaciones civiles, decenas de mujeres pierden la vida cada año a manos de sus parejas o exparejas. Pero más allá de las estadísticas, lo que debería alarmarnos es la cultura de indiferencia que los sostiene: chistes machistas, culpabilización de la víctima, instituciones que revictimizan, y una educación que aún no enseña lo suficiente sobre respeto y equidad.

No se trata solo de endurecer leyes, sino de transformar mentalidades. La prevención debe comenzar en los hogares, en las aulas y en los medios. Los hombres también deben ser parte activa del cambio, entendiendo que la masculinidad no se mide por el poder, sino por el respeto y la empatía. Necesitamos un país donde los niños crezcan sabiendo que el amor nunca duele, y las niñas comprendan que su voz tiene valor.

El 25 de noviembre no debe ser un día de discursos vacíos, sino un recordatorio de nuestra responsabilidad colectiva. Como profesionales de la salud mental, debemos seguir acompañando a las víctimas, pero también educar a la sociedad sobre las raíces psicológicas del abuso. La violencia no surge de la nada: se alimenta del silencio, la impunidad y la falta de educación emocional.

Hoy hago un llamado urgente a romper ese silencio. Que cada institución, cada familia y cada ciudadano asuma su rol. Que hablemos, denunciemos, eduquemos y acompañemos. No podemos esperar otro 25 de noviembre para indignarnos. Cada día cuenta, cada vida importa.

Porque eliminar la violencia contra la mujer no es solo un objetivo internacional: es una deuda moral que República Dominicana tiene con sus hijas, sus madres y su futuro.

Fabiola del Orbe M.A, psicóloga clinica, terapeuta familiar.- Clinica Blatazar 8293627755 – Instagram: psi.fabioladelorbe

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