
Otto Mañón

En la República Dominicana, donde la burocracia se mezcla con el descaro y la corrupción con la impunidad, la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (DIGESETT) ha encontrado una mina de oro: la extorsión disfrazada de infracción. Porque, si no lo sabían, resulta que ahora los agentes de la DIGESETT pueden inventarse leyes de tráfico como quien juega a la cuerda.
Aquí el asunto: un conductor recibe dos infracciones absurdas. La primera, por ir a 98 km/h en una autopista donde la ley establece que el límite es de 100 km/h. ¿Ven la genialidad? Según el oficial, si conduces en dirección hacia Santo Domingo puedes ir a 100 km/h, pero si te diriges al este, ¡ah, no! Ahí solo puedes ir a 98 km/h. ¿Dónde está ese renglón en la ley? ¡En ninguna parte! Pero eso no importa, porque el negocio de la DIGESETT no es hacer cumplir la ley, sino ordeñar al pueblo hasta dejarlo seco.
La segunda infracción, por «cambio indebido de carril», ocurre en un tramo donde la señalización permite cambiar de carril. O sea, que ni siquiera se tomaron la molestia de camuflar la trampa. Es como si te acusaran de respirar en exceso o de parpadear fuera de tiempo. Es un robo con uniforme, un atraco con carnet, y lo más insultante es la respuesta de los agentes: «Si quiere, vaya a reclamar al Quinto Centenario».
Claro, porque en este circo de país, el proceso de impugnación es diseñado para que el ciudadano prefiera pagar la injusticia antes que gastar más tiempo y dinero en buscar justicia. Reclamar la multa implica tres viajes a Santo Domingo desde Punta Cana. ¿Resultado? Entre combustible y días de trabajo perdidos, cuesta más de nueve mil pesos reclamar una infracción de tres mil pesos. ¿Quién gana? La mafia estatal disfrazada de autoridad. Un presupuesto que se alimenta del abuso.
Pero la guinda del pastel es la revelación de que un porcentaje altísimo del presupuesto de la DIGESETT para 2025 depende de la cantidad de infracciones emitidas. Es decir, que no importa si violaste la ley o no; su supervivencia financiera depende de inventarse multas. ¿Y qué hacen los agentes? Pues inventan. Hoy es el «cambio indebido de carril en una vía donde sí se puede», mañana será «manejar con la ceja izquierda demasiado levantada». ¡Y a pagar, contribuyente ingenuo! Esto no es un cuerpo de orden, es una imprenta de extorsión con licencia para robar.
Y no, no exagero. Porque la cosa va más allá de la multa: los agentes de la DIGESETT han convertido las autopistas en trampas de caza, apareciéndose de la nada, atravesándose en la vía como si fueran figuras de acción de película de los 80, obligando a los conductores a frenar bruscamente y provocando accidentes. Y cuando les preguntas por qué están jugando con la vida de la gente, la respuesta es la misma: «Si quiere, vaya a reclamar». ¡Qué descaro!
La Impunidad de los Sicarios del Asfalto
Esto no es regulación, esto es una banda de cuatreros con chaleco reflectante. Y lo más indignante es que no hay límite para su desfachatez. Porque cuando un conductor se ve forzado a pagar una multa injusta para evitar el viacrucis burocrático, lo que está haciendo es alimentar un sistema de corrupción que no tiene intención de reformarse. ¿Por qué habrían de hacerlo si cada «infracción» fabricada representa dinero fresco para la maquinaria del abuso? El mensaje es claro: o les pagas, o te ahogas en papeleo, viajes y pérdida de tiempo. Es una dictadura disfrazada de legalidad. Una estructura corrupta que perpetúa su existencia a través del miedo, la desinformación y la fatiga de quienes saben que luchar contra el sistema es como pelear contra una pared de cemento con una cuchara de plástico.
«Esforzaos y sed valientes…» (Josué 1:9)
Pero aquí está lo que estos parásitos no entienden: ¡No nos vamos a callar! No nos vamos a rendir. La justicia puede ser lenta, pero el pueblo tiene memoria, y la paciencia de la gente tiene un límite. Es hora de exigir al Congreso, a la Procuraduría, a la Defensoría del Pueblo y a cualquier entidad con algo de decencia que se audite a fondo esta cloaca de corrupción. ¡Queremos respuestas! ¡Queremos transparencia! ¡Queremos ver cabezas rodar en los tribunales, no en la sombra del anonimato! Porque, si permitimos que esta práctica continúe, la DIGESETT y sus cómplices seguirán riéndose de nosotros, seguirán exprimiéndonos como limones mientras nos dicen que nos quedemos tranquilos. Pues no, señores. La cabeza de la serpiente debe ser cortada, aquí y ahora. Si Dios nos lo permite, veremos justicia en esta vida, porque en la otra ya está garantizada.
Así que, para todos esos burócratas y agentes que viven de chuparle la sangre al pueblo, les tengo un mensaje: Se les acabó la fiesta. Porque si bien la justicia terrenal es tardía, cuando llegue, no habrá rincón donde esconderse. Y si alguno tiene dudas de que esto es una batalla justa, solo recuerden las palabras del Altísimo: «Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.» (Josué 1:9)
¡A la carga, patriotas! Es hora de luchar contra los mercenarios de la carretera. ¡Que caigan las cabezas de los culpables y se restaure la justicia en esta tierra!
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Otto Mañón es pastor de Iglesia Casa de Bendición Inc., Marietta, GA, freelancer comunicador, miembro de la Coalición Dominicana de Atlanta Georgia y ex editor de los medios hispanos de Pennsylvania Esperanza Comunitaria, Acento Hispano News y @tiempo news.
