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LA TRAGEDIA MÁS GRANDE DEL UNIVERSO

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Por Israel Espinal Luciano 

El día 8 de abril es uno de esos días que recordaremos toda la vida.
Ese martes, siendo la 1 de la madrugada, se produjo el colapso del techo de un centro de entrenamiento nocturno, dejando bajo los escombros a centenares de personas y un saldo de más de 230 fallecidos.

En los últimos 100 años de nuestra historia no habíamos tenido un incidente de esta magnitud, por lo cual muchos han denominado lo ocurrido el 8 de abril como «La Tragedia del Siglo».

Tomando este lamentable hecho como referencia y parangón con lo sucedido en el centro nocturno, nos abocamos a tratar sobre otra tragedia que debe ser, sin lugar a duda, la tragedia más grande del universoNos referimos, sin temor a equivocarnos, a la tragedia del pecado.

En una traducción que encontramos en la web, «pecado» se refiere a cualquier acción, pensamiento o deseo que se considera una ofensa a Dios o una violación de sus leyes morales.

De acuerdo con la tradición judeocristiana, el pecado debe entenderse como el alejamiento del ser humano respecto de Dios. Esta misma tradición traduce el término pecar como “errar”.

Ahora bien, ¿por qué nosotros nos atrevemos a decir que el pecado es la tragedia más grande de la humanidad?

Sencillamente, por la catástrofe, desgracia y desastre del hombre haberle dado la espalda a Dios.

Por cuanto todos pecaron”, esta línea hace referencia a Romanos 3:23, donde se afirma que todos los seres humanos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios. Esto significa que todos hemos fallado en cumplir los estándares de Dios y nos hemos apartado de Su presencia.

Es una tragedia de magnitud universal: “todos los hombres pecaron”, y la causa de esta actitud provoca muerte.

Las mismas Escrituras dicen que la paga del pecado es muerte, según Romanos 6:23, y esto significa que el pecado, como consecuencia de la desobediencia a Dios, trae consigo la muerte espiritual y física.

¿Podemos nosotros cuantificar la cantidad de hombres y mujeres que viven en contra de Dios y en pecado?

Según una fuente del Movimiento de Lausana, en una publicación del 2017, se arroja que 2,100 millones de personas, lo que representa el 29% de la población mundial, tienen poco o ningún acceso al evangelio. Esto sin cuantificar los que han escuchado el evangelio, pero hacen caso omiso al mensaje de salvación.

Es incuantificable la cantidad de personas muertas a causa del pecado.

Pero, como en toda tragedia, se involucran organismos y rescatistas con las herramientas necesarias para salvar las vidas que se encuentran entre los escombros, y aún en condición de muerte, hoy en día tenemos esos actores que hacen frente a esta terrible tragedia.

Nos referimos a los cristianos y a la iglesia, diseminada en todo el mundo, quienes cuentan con las herramientas para este trabajo de rescate.

El plan de salvación, sustentado en la intención de Dios de reconciliar al mundo consigo por medio del Señor Jesucristo, es el plan que se está llevando a cabo para esta operación de rescate.

Así como nuestro pueblo, incluidos los cristianos, fuimos afectados de manera emocional y sentimental por la tragedia a la cual hicimos referencia al inicio de este escrito, lo cual nos llevó a realizar eventos, manifestaciones de oración, concentraciones, homenajes, cultos memoriales y un sinnúmero de acciones para hacer causa común con aquellos afectados, de la misma manera debemos ser diligentes con esta gran urgencia que tenemos: las muertes a causa del pecado del hombre.

Debemos seguir haciendo esfuerzos estratégicos conjuntos, con gran sentido de unidad, para dar pasos firmes y efectivos para alcanzar a aquellos que andan en el mundo de espaldas a Dios.

Seguiremos promoviendo la evangelización, el discipulado relacional y efectivo, la plantación de iglesias y grupos pequeños, todo con el fin de cumplir el mandato universal de toda la comunidad de fe:

«Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura»

Este mandato se encuentra en el Evangelio de Marcos y en varios versos de la Biblia. Es una invitación a los creyentes a compartir la buena noticia de Jesucristo con todos, sin importar su origen, nacionalidad, idioma o estatus social.

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