Inicio Nacionales El mito de la ‘hermandad’ dominico-haitiana: historia, cultura y realidad lo desmienten

El mito de la ‘hermandad’ dominico-haitiana: historia, cultura y realidad lo desmienten

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Por Otto Mañón

No removas los linderos antiguos Que pusieron tus padres.” (Proverbios 22:28)

Este versículo encierra una verdad inmutable: los límites no son casualidad. Son testimonio de la sabiduría, el esfuerzo y la sangre de quienes los establecieron. No se trata solo de líneas en un mapa, sino de identidad, cultura y soberanía. Traspasar esos linderos, ignorar las diferencias y forzar una convivencia artificial es desafiar el orden establecido, con consecuencias desastrosas.

¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?” (Amós 3:3)

Dios mismo nos revela una realidad fundamental: la unidad solo es posible cuando hay acuerdo. Dos personas, dos pueblos, dos naciones no pueden caminar juntas si no comparten visión, valores y principios. La historia, la cultura y las costumbres de República Dominicana y Haití han sido, desde sus orígenes, tan diferentes que cualquier intento de unirlos forzosamente es una receta para el caos. ¿Por qué algunos insisten en una fusión que ni la historia, ni la cultura, ni la lógica pueden sostener? Esa es la gran pregunta. Para responderla, veamos lo que nos dice la realidad de ambos países y por qué la unión es imposible.

Cada cierto tiempo, resurgen propuestas que plantean la posibilidad de fusionar a Haití y la República Dominicana en una sola nación. Estas ideas, generalmente impulsadas por organismos internacionales y ciertos sectores políticos, ignoran por completo las profundas diferencias históricas, culturales, religiosas y sociales que hacen de esta posibilidad un absoluto disparate.

1. Historia: Dos naciones, dos caminos

La historia de Haití y la República Dominicana es la historia de dos naciones que, a pesar de compartir una isla, han tomado caminos opuestos. Haití se independizó de Francia en 1804 bajo un régimen que, desde sus inicios, estuvo marcado por la inestabilidad política, la dictadura y la dependencia de la ayuda extranjera.

República Dominicana, en cambio, luchó contra la ocupación haitiana entre 1822 y 1844, cuando finalmente logró su independencia. Durante esos 22 años de ocupación, las iglesias fueron convertidas en establos y almacenes, los sacerdotes perseguidos, la educación destruida y la lengua española prohibida. La independencia dominicana no fue solo un acto de soberanía, sino una necesidad para sobrevivir.

2. Idioma y cultura: Un muro infranqueable

El idioma es uno de los mayores separadores entre ambas naciones. En Haití se habla criollo haitiano y francés, mientras que en la República Dominicana se habla español. Pero la barrera lingüística es solo el principio.

La cultura haitiana está profundamente arraigada en el vudú, una práctica que mezcla elementos africanos con el catolicismo y que sigue siendo parte de la vida cotidiana. En República Dominicana, el cristianismo (católico y evangélico) es la base de la fe y la moral. La diferencia en creencias no es menor, sino un factor determinante en la identidad de cada pueblo.

3. Sistema político y judicial: Un abismo entre el caos y el orden

Haití es un Estado fallido. Desde su independencia, ha pasado por dictaduras, golpes de Estado y una inestabilidad crónica que ha impedido el desarrollo de instituciones funcionales. La República Dominicana, aunque imperfecta, tiene un sistema de gobierno estable, elecciones democráticas y una economía en crecimiento.

Un dato revelador: Haití ha tenido más de 20 golpes de Estado desde su independencia; República Dominicana, aunque ha vivido periodos de dictadura, ha logrado estabilidad en las últimas décadas. No me cansaré de repetir: no se puede fusionar un país organizado con otro donde las bandas armadas controlan las calles y los jueces responden a los intereses de mafias internacionales.

4. Economía: Producción vs. dependencia

La República Dominicana tiene una economía diversificada basada en el turismo, la agricultura, la industria y los servicios. Haití, por otro lado, es una economía de subsistencia, dependiente en un 80% de la ayuda internacional y las remesas.

El PIB per cápita de la República Dominicana en 2023 fue de aproximadamente 9,500 dólares; en Haití, apenas 1,200 dólares. La diferencia económica no es solo una brecha, es un abismo. Mientras la República Dominicana busca atraer inversión extranjera y fortalecer su producción, Haití sigue atrapado en un ciclo de pobreza extrema y dependencia.

5. Resentimiento histórico y social: Una herida que no cierra

A diferencia de lo que algunos creen, la relación entre ambos pueblos no es de hermandad, sino de resentimiento. Los haitianos han sido educados en la idea de que la parte oriental de la isla les pertenece, una narrativa que ha sido promovida en sus escuelas y en su himno nacional.

En la República Dominicana, la memoria de la ocupación haitiana sigue viva. La masacre de dominicanos que no eran negros, la destrucción de las instituciones coloniales y la imposición de una cultura ajena dejaron una marca imborrable en la identidad dominicana.

6. Religiosidad: Cristianismo vs. Vudú

El cristianismo es un pilar fundamental en la República Dominicana. Haití, aunque nominalmente católico, tiene el vudú como práctica espiritual dominante. No se puede ignorar la influencia de la religión en la cultura, la moral y la estructura social de un país.

Las diferencias religiosas entre ambas naciones son profundas. Para los dominicanos, la fe cristiana representa un código moral, una estructura familiar y una forma de vida. En Haití, el sincretismo entre el vudú y el catolicismo ha creado una cultura muy distinta.

Conclusión: La fusión no va

Haití y la República Dominicana no pueden fusionarse porque son dos naciones completamente distintas en todos los sentidos. La historia, la economía, la religión, la cultura y el sistema político nos separan de manera irreconciliable. La solución para Haití no es la fusión, sino la intervención internacional en su propio territorio para estabilizar su gobierno y generar desarrollo. No se puede destruir una nación para salvar a otra.

Los dominicanos debemos estar alertas ante cualquier intento de diluir nuestra soberanía bajo discursos de solidaridad mal entendida. La Biblia nos recuerda que no debemos mover los linderos antiguos que establecieron nuestros padres.

Nuestra identidad, cultura y fe no están en negociación.

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Otto Mañón es pastor de Iglesia Casa de Bendición Inc., Marietta, GA; comunicador freelance; miembro de la Coalición Dominicana de Atlanta, Georgia; y exeditor de medios hispanos en Pennsylvania, incluyendo Esperanza Comunitaria, Acento Hispano News y @tiempo news.

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