
En su más reciente acto de teatro patriótico sin consecuencias reales, el presidente Luis Abinader anunció con tono solemne y rostro esforzado que “acelerará la construcción del muro fronterizo” y que el Ministerio de Defensa ya tiene instrucciones para iniciar la licitación de 13 kilómetros adicionales. ¡Aplausos enlatados! ¡Tambores huecos! ¡Y puro bulto, como bien lo resume el pueblo en su sabiduría popular!
La gobernadora de Azua, Grey Pérez, escudera del oficialismo y defensora de lo indefendible, se atrevió a declarar sin pestañear: “Nunca antes habíamos visto tanto empeño, esfuerzos y determinación en controlar el tema de la migración haitiana hacia nuestro territorio”.
Señora gobernadora, con todo el respeto que usted merece por su cargo, eso no es verdad. Y lo sabe. Lo que sí nunca habíamos visto es tantos haitianos envalentonados, empedrados, desafiantes, formando guetos, tomando sectores y burlándose de las leyes dominicanas como ahora… precisamente bajo este gobierno que se jacta de ser el que “más deporta”.
¡Ah, sí! El presidente incluso prometió públicamente deportar 10,000 haitianos por semana. Pero no aclaró que la mayoría de esos “deportados” cruzan de nuevo al día siguiente como quien cruza al colmado, porque no hay ninguna consecuencia real, ni aplicación efectiva de la ley, ni vergüenza nacional.
Y mientras él da discursos para “tranquilizar” a los patriotas, las bandas haitianas siguen creciendo en Friusa, Bávaro, Matamosquito, y cada provincia importante. El pueblo pregunta: ¿Para qué demonios están enviando tantos soldados a la frontera, si el problema ya está dentro?
El show del muro y los cómplices del desastre
¿De qué sirve un muro si los portones están abiertos por militares corruptos que cobran por dejar entrar ilegales?
¿De qué sirve hablar de soberanía si los empresarios siguen contratando haitianos violando la ley 80/20 y no reciben ni una amonestación?
¿De qué sirve construir más concreto si no hay castigo para los hoteleros, agroempresarios y ONGs que alimentan y protegen esa invasión con fines comerciales, ideológicos o simplemente criminales?
¿De qué sirve poner soldados en la frontera si el Consejo Nacional de Migración lleva 2 años y 7 meses sin reunirse, como denunció Nuria Piera?
¿De qué sirve un presidente que habla de “defensa de la patria” mientras en los hospitales se da prioridad a parturientas haitianas sobre dominicanas, y mientras niños sin papeles ocupan cupos escolares, dejando fuera a los hijos del pueblo?
Los ciudadanos no son tontos
Francia Santos lo resumió con precisión quirúrgica:
“¡Bulto! Si no hay sanciones a los empresarios… ¡Bulto toooo!”
Yonathan Castillo remató:
“Te faltaron los militares que tienen la mafia dejándolos entrar por chele…”
Y Jaime Rincón dijo lo que muchos piensan:
“La Procuraduría Especializada en Tráfico Ilícito de Migrantes ya existía. ¿De qué están hablando ahora?”
Todo esto lleva a una conclusión sencilla y contundente: Nos gobierna un cobarde.
Un presidente que se inclina ante los poderes ocultos que lo manejan como un títere sin carácter. Un traidor a la patria que prefiere los intereses de sus amos globalistas al bienestar del pueblo que lo eligió. Cada lunes nos mira a la cara y habla de “soberanía” mientras pacta con los enemigos de la misma. El descaro de este individuo no tiene límites.
Pero, se la cobraremos, no solo no votando por él —por si se le ocurre la osadía de querer reelegirse— sino no votando por ninguno de ese partido maldito, corrupto, dañino, cobarde y narco.
La paciencia del pueblo no es infinita. El juicio moral se acerca. Y cuando ese día llegue, ni el muro, ni sus discursos, ni sus complicidades lo salvarán del veredicto de una nación traicionada.
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“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados…” (Mateo 23:27)
Luis Abinader es ese sepulcro blanqueado: lleno de cifras, declaraciones, muros, soldados… pero podrido por dentro, por su falta de integridad, su obediencia a agendas extranjeras y su traición sistemática a la dominicanidad.
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Aplicación evangélica:
Pero aún hay esperanza. No en muros, ni en partidos, ni en presidentes. La única esperanza verdadera se llama Jesucristo, quien no miente, no traiciona, no se vende, y no retrocede.
Él no necesita licitaciones para proteger a su pueblo. Él necesita corazones arrepentidos, naciones que se vuelvan a Dios, y ciudadanos que no se dejen engañar.
Hoy es tiempo de reconstruir, no con concreto, sino con justicia, verdad y valor moral. Porque el muro que más necesitamos es uno que nos separe del pecado y nos acerque a Dios. __________________
#POLICristianizando
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Otto Mañón es pastor de Iglesia Casa de Bendición Inc., Marietta, GA, freelancer comunicador, miembro de la Coalición Dominicana de Atlanta Georgia y ex editor de los medios hispanos de Pennsylvania Esperanza Comunitaria, Acento Hispano News y @tiempo news.
