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Decisiones de un sedentario

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Tomás Rubio

Como me sentía gordo, fui al médico. Entonces supe que además de gordo, estaba física y mentalmente sedentario. Es decir, poco flexible mental y físicamente. No me gusta ir al gimnasio – me dije – ni tampoco me gusta ir al parque a caminar.

Entonces tomé tres decisiones… 

Decidí que ya no iría al trabajo en taxi sino en la mitad de un taxi. Eso significaba que pagaría 100 pesos y que me quedaría donde me dejara el taxi. Desde ese lugar caminaría hasta el trabajo. El problema surgió cuando algunas compañeras, que me veían caminando, paraban para llevar a “este pobre hombre que no va montado”. Aquí me vi obligado disfrazarme para que no me reconocieran. Funcionó y pude cumplir con mi primer objetivo para dejar de llevar una vida sedentaria.

La segunda decisión tenía que ver con la gimnasia. Hacer gimnasia me parecía una pérdida de tiempo y, además, no guardaba un bueno recuerdo de lo que es el ejercicio porque de niño mi profesor de gimnasia era un militar que convirtió el ejercicio físico en un castigo. El paso de los años no arregló nada y terminé aprobando gimnasia con redacciones literarias sobre deporte.

Pero ya es hora de superarlo, me dije. Y tomé una segunda decisión que fue bienvenida por mi cuerpo y por mi mente. Haría ejercicio diez minutos por la mañana y diez minutos por la tarde. La rutina de la mañana la repartí entre el viaje al trabajo y el regreso. En la ida movía cuello y manos y en la vuelta tronco y extremidades inferiores. La rutina de la tarde la realizaba mientras veía antiguas series de televisión.

La tercera decisión tuvo que ver con la búsqueda de algún movimiento de danza que me aportara goce espiritual y físico. Inicié la búsqueda yendo a unas clases de danza árabe donde fui feliz, muy feliz. Iba los jueves, y como tenía que llevar un bulto con la ropa, a los compañeros del trabajo les decía que iba el gimnasio, algo que era entonces más varonil, y lo sigue siendo, que ir una academia de danza árabe. Después me mudé de ciudad y solo encontré lugares para bailar la danza del ombligo. No hacemos las danzas espirituales de los derviches, me decían. Y añadían que solo admitían mujeres con ombligos lindos.

Después, las casualidades o las causalidades me llevaron a conocer el Chikung, una danza oriental lenta y armoniosa que me condujo hacia un silencio por el que todavía me dejo llevar, me dejo buscar en este camino nómada que define la vida.

La vida nómada tiene otros aspectos que no están tan relacionados con el movimiento del cuerpo. Si les parece, otro día nos ocupamos de ellos.

Tomás Rubio (Del libro “Diario de un padre adoptado”). Equipo LANTANA (Santo Domingo). Un espacio de arte y bienestar. 809 434 1111 – 829 422 5360

En LANTANA impartimos clases, individuales y grupales, para niños, adolescentes y jóvenes. Ofrecemos talleres para personas adultas, profesionales de la educación y terapeutas. Aportamos y compartimos recursos educativos desde las artes plásticas, la lectura, la escritura creativa y el lettering, el movimiento y el autocuidado; para contribuir a una sociedad más convivencial donde las personas se cuiden y cuiden a los otros. El equipo de LANTANA está formado por la artista gráfica y profesora de arte Bianka Reyes, el escritor y teatrero Tomás Rubio y colaboradores.