Como seres humanos, debemos reconocer que, constantemente estamos buscando comodidad; nuestra carne demanda placer y pretendemos llenar los vacíos internos, con lo que satisface en el momento.
Enfrentamos un tiempo donde se desvaloriza el orden, la disciplina y donde atrae lo irrelevante. Ante esto, es necesario reconocer que, así como nuestro cuerpo debe estar en equilibrio para tener buena salud, así debe estarlo nuestra mente, quedarnos en un estado de pasividad y conformismo, lo impide.
Buscar lo que se hace con facilidad y con poco esfuerzo, querer recibir el placer constante, nos desvía del propósito. Seguir a Yeshúa requiere de un compromiso que no ceda a las distracciones y a la búsqueda de comodidad. Así lo modeló Nehemías, siendo copero del rey, estando en la bonanza del imperio Persa, no se quedó bajo esos encantos, cuando supo que Jerusalén estaba en estado deplorable. Lloró, se entristeció, porque, para él, era relevante el bienestar de su ciudad. Se movió a realizar la obra del Reino de Dios.
Sin duda, cuando Dios es lo más importante lograremos cosas inimaginables, conscientes de que no se trata de nuestra comodidad, sino de salvar vidas, de establecer su Reino, de alinearnos con Él, para cumplir el propósito. Si realmente lo vamos a seguir, no permitamos que el buscar “lo más fácil”, lo más placentero, nos saque de Su voluntad. Que, como Caleb, podamos decir: “Ahora Adonay me ha hecho vivir, como Él dijo, estos cuarenta y cinco años, desde el tiempo que Adonay habló estas palabras a Moisés, que Israel ha andado por el desierto; y ahora, he aquí soy hoy de edad de ochenta y cinco años; y aun hoy estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió; cual era entonces mi fuerza, tal es ahora, para la guerra, y para salir y para entrar. Dame, pues, ahora este monte, del cual habló Adonay en aquel día; porque tú oíste en aquel día que los anaceos están allí, y grandes y fuertes ciudades.
Por ventura Adonay estará conmigo, y los echaré como Adonay ha dicho”. Josué 14:10-12 Seguir a nuestro Señor es más que palabras. Es entrega, mientras haya aliento de vida. Es esfuerzo. Es dar lo que cuesta. Adonay no nos llamó para que estemos buscando recibir y estar cómodos.
Él nos añade lo que necesitamos, pero la demanda que pesa sobre nosotros es alta, ya que implica obediencia, el constante recuerdo de lo que Él ya hizo por nosotros, disciplina, estar conscientes de que, si podemos seguir hacia delante, es por su gracia. Decidamos hoy andar como Yeshúa anduvo, que sea Él el objeto de nuestra alabanza, recordando, en todo tiempo, que Él es quien ha hecho cosas grandes, que nuestros ojos han visto y así permanezcamos, hasta que vuelva.