Inicio EvidenCristianas Que no se repita la historia / Marlene LLuberes

Que no se repita la historia / Marlene LLuberes

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En un tiempo tan adverso a Dios, es necesario que nos basemos en las Escrituras para conocer la forma en que el Eterno piensa y la conducta que, como Su pueblo, debemos sostener siempre.

Ejemplo de ello lo vemos a través de la visión que tuvo el profeta Isaías, contentiva de  una interesante exhortación, la cual podemos considerar como un mensaje muy puntual para nuestro hoy.

Escuchen cielos y presta oídos oh tierra, porque ha hablado el Dios Eterno: “hijos crié y los puse en lo alto, y ellos se rebelaron contra mí”. Isaías 1:2

El Señor había puesto a sus hijos por encima de cualquier otro pueblo, cuando los entró a la tierra prometida, los puso en alto, pero ellos se rebelaron.

Entonces, a raíz de esta situación, les dice algo muy doloroso:

“El toro conoce al que lo compra y el asno el pesebre de su señor, en cambio Israel no me conoció, no se dio por entendido. Oh nación pecadora, pueblo pesado de iniquidad, semilla de malhechores, hijos destructores. Abandonaron a Dios, despreciaron al santo de Israel, retrocedieron.” Isaías 1:3-4

Sus hijos ya no tenían identidad, habían sido pesados y hallados faltos de peso,  se encontró maldad en ellos.

Como vemos, Dios los trata con mucha fuerza y los confronta; usa calificativos muy duros para expresar la manera en cómo los veía en ese momento: “semillas de malignos, pareciera que no son míos, que los sembró otro, los desconozco y si son pueblo,  son un pueblo pesado de iniquidad…

Sin duda, en aquel momento histórico la condición espiritual del pueblo escogido, era deplorable.

Es lo mismo que nos puede ocurrir, si permitimos el descuido espiritual, si escuchamos otra voz, si  el pensamiento engañoso, conformado a las directrices de este presente siglo malo, penetra a nuestra mente y, por vía de consecuencia, a nuestro accionar.

El contexto en que nos habla el profeta, es el mismo que cuando Jesús dijo:

Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre sacamos demonios, y en tu nombre hicimos muchas grandezas?

Y entonces les confesaré: Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de maldad.

Mateo 7:22-23

Debemos ser cuidadosos y mantenernos vigilantes,

poner guarda en nuestros corazones, a través de la obediencia a los mandamientos, de cumplir el debido proceso, y de mantenernos en intimidad con Jesús.

Somos Su cuerpo y, por lo tanto, tenemos que ser su imagen.

Si queremos agradar a Dios, sometámonos a demostración, haciendo frutos dignos de arrepentimiento.

Como  cuerpo del Mesías tenemos que ser su imagen.  Hagamos lo necesario para lograrlo.

Jesús vino a la tierra a morir por su pueblo, para presentarse a su esposa a sí mismo, limpia, sin mancha, sin arruga,  sin contaminación.

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