TRILLANDO LA VIDA
Escuché recientemente la exposición sobre: “El Amor, la cosa más grande del Mundo” por el maestro bíblico, Néstor Blanco. La misma, tuvo como base de sustentación la sinfonía del amor por excelencia en 1ra.Corintios 13.
Constatar esta sinfonía del amor con lo que suele ser la manera de pensar, sentir y actuar de determinadas personas respecto al mismo, pareciera estar frente a un ideal no aterrizado del amor en las relaciones humanas. Por consiguiente cabe la pregunta ¿sobre cuales condiciones se suele amar en sentido general? Pareciera que determinadas personas sustentan su amor en base a la reciprocidad de a quienes confiesan amar: Te amo porque eres buena o bueno conmigo, te amo porque me has acompañado en momentos difíciles, solo para citar dos ejemplos.
Un amor aterrizado no requiere de este tipo de condiciones o similares para recibir o prodigar amor a personas en cualquier tipo de contexto relacional. Pudiera ser ésta una práctica con ribetes de aprendizajes como también propia del ser humano. Un infante enojado con la madre o el padre que le corrige ante la emisión de una conducta desagradable; podría de manera fácil y espontanea responder: “Ya no te quiero…eres mala y tu también papi”.
Observemos las maneras en las que el expositor Néstor Blanco invita a la realización de miradas reflexivas en el texto antes señalado. A las cuales nos alineamos, pues mueve a entender sobre la excelente descripción de la practicidad del amor; la cual contraviene los supuestos idealizados, esperados y promovidos en el tiempo, de generación a generación al punto de declarar de manera tajante que en el tiempo pasado se amaba más que en la actualidad. Siendo ésta una posible justificación actual en cuanto a las practicas del desamor y a la ruptura fácil y acomodaticia en las relaciones humanas.
Ahora bien, la Palabra de Dios es enfática en torno a la esencia del amor y su poder vinculante frente a Dios y en las relaciones humanas. El amor sostiene, moldea y vivifica el carácter de permanencia que nutre la existencia humana. Su poder y alcance desplaza las dudas y la desconfianza en las relaciones, previene el daño y si este llegara de alguna manera; el amor abrazaría y encaminaría a bien todas las cosas.
Es aquí donde cobra sentido la metáfora: “Sinfonía del amor”, la cual guía a una realidad armoniosa del amor y a la realización del mismo con un significado que tiene poder de trascendencia en la vida de los seres humanos. Su gran valor sugerente mueve a elegir entre el “Si, te amo” o en el “No te amo”.
En su artículo: “El sentido del amor”, Víctor Frankl se alinea con el texto bíblico cuando plantea: “El que verdaderamente ama, no ama algo que el ser amado “tiene”, sino lo que “es”. Quien de verdad ama ve, por así decirlo, a través del “ropaje” físico y psíquico de la persona espiritual, para poner los ojos en esa persona”.
En este sentido una observación pertinente es que el amor en toda su plenitud lejos de ser clasificado y cuantificado cuando se da y cuando se recibe, esta colocado en una dimensión superior a las miserias humanas y más aun a los adjetivos que les son añadidos; amor de madre y de padre solo para citar un ejemplo.
El autor del evangelio de Juan señala: “De tal manera amo Dios al Mundo…” El Señor prescribe: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Observe que estos señalamientos carecen de la clasificación y cuantificación del amor. Las canciones románticas recogen expresiones que pudieran catalogarse como poéticas y hace bien escucharlas pues contribuyen a conectar con la o las personas que aman y son amadas. Lejos de rotular al “amor mucho” … o al “amor demasiado”, la Sinfonía del amor mueve y sostiene al mundo.
Bienvenida González, es Psicología clínica /Terapia Familiar Sistémica