No deja de impresionarnos la manera en que la sociedad ha entrado en un desorden absoluto.
La verdad es ignorada y los parámetros a seguir son aquellos contrarios a la moral y a las buenas costumbres.
En nombre de la tolerancia, lo que debe ser dicho, no lo es y de manera implícita, con el silencio de quienes permanecen en desacuerdo, se da aquiescencia a formas de pensar y a conductas que establecen lo corruptible, lo que atenta contra la moral y el sistema de valores correcto.
La verdad no debe seguir diluyéndose.
Estamos poniendo en peligro la vida de niños y adolescentes que serán los adultos en el mañana, al recibir una educación que los está conduciendo hacia un derrocadero.
Quienes gozamos del privilegio de conocer a Dios y a su palabra, no podemos ser indiferentes ante tanta descomposición.
Si bien es cierto que no estamos llamados a provocar contiendas, no es menos cierto que los parámetros bíblicos tienen que ser manifiestos, lo que implica que sí habrá conflictos, ya que vamos a enfrentar el statu quo.
Jesús nos impartió una paz que no es como la que el mundo da; si así fuese, con los que de él están cautivos tuviésemos que negociar, aceptando sus ideas y actitudes, en aras de que todo esté tranquilo.
No podemos seguir postergando las maneras correctas, las que surgen del civismo y de la Palabra de Dios, porque únicamente enfrentando la cultura que quiere imponerse en este tiempo, podremos salvaguardar las generaciones presentes y las por venir.
Dios desea ver personas íntegras, que vayan y defiendan lo moral y el diseño escritural, como la única manera eficaz de enfrentar estos tiempos tan distorsionados.
Hombres y mujeres impulsados por la necesidad imperiosa de establecer el deber ser, teniendo la certeza de que solo de esta manera volverá a instaurarse la paz, que ha sido secuestrada por los antivalores, por la desfachatez, por la irresponsabilidad y por la indiferencia.
Sin dudas, restaurar el orden causa perturbación, pero, si queremos ser eficaces y luchar para librar nuestra nación de mayores males, no podemos tener miedo, porque el Señor está de nuestro lado. Él pone sus palabras en nuestras bocas para arrancar, para derribar, para destruir y derrocar, el desorden, las ideas liberales y globalistas, para edificar y plantar el bien y la paz auténtica.
Este camino es de valientes.