(Del libro “Diario de un padre adoptado”)
Los padres, los periodistas y los políticos nos parecemos en que tenemos que saber un poco de todo. Lo suficiente como para poder responder si eres padre, lo suficiente para saber preguntar si eres periodista y los suficiente para hablar sin que te pregunten si eres político. Obviamente existen padres que se callan porque no saben, periodistas que no se callan, aunque no sepan; y políticos que hablan y hablan en todos los casos. Pero analizar por qué unos eligen el silencio y otros el ruido, es otro artículo.
Los padres tratamos de responder a las preguntas de los hijos con seguridad y a veces con amplias disertaciones cuando tocan temas que conocemos bien y con silencios trágicos y miradas perdidas cuando no sabemos la respuesta y lo que sí sabemos es que el niño solo está en segundo de básica. Y claro, uno siempre añora aquellos años cuando los hijos se escondían debajo de una sábana y preguntaban algo tan mágico y aparentemente sencillo como es ¿Dónde está el niño?
Pero los años pasan y las preguntas se complican para un servidor que aprobó con dificultades el bachillerato y después ha ido saltando de libro en libro según la vida traía compromisos, retos, novias y aventuras. Es como el que cruza un rio saltando de piedra en piedra sin decidir donde pisa porque las piedras ya estaban ahí y acepta el destino como náufrago que se agarra a lo primero que flotando le llega.
Esta mañana, por ejemplo, el niño amaneció preguntándome si sabía quién dirige las manadas de elefantes. Después me preguntó quién fue antes, si Jesucristo o Julio Cesar. Y yo, que no soy especialista en elefantes, solitarios o en manada, ni en la vida de Jesús y los emperadores romanos; he decidido callarme en lo primero y responder con absoluta seguridad a lo segundo, como hacen muchos políticos, tertulianos y habladores de las redes sociales, aunque no sepan.
Al callar e invitar al niño a investigar, he acertado. Al responder lo segundo he errado. Porque, además, a la creciente complejidad de las preguntas, se une el momento en las que los hijos hacen las preguntas. Y es que es complicado tener que responder sobre elefantes de la sábana africana o discernir sobre la posible contemporaneidad o no de Jesús y Julio Cesar mientras atas los zapatos del niño pequeño, vigilas que la leche no suba y acechas el reloj porque llega la hora para ir al colegio.
Por cierto ¿Sabe usted quién fue antes, Jesucristo o Julio Cesar?…
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