Angel Gomera
Una onda tropical con significativas lluvias de pétalos incide sobre la geografía garbosa y exuberante de tu ser; inundando con aromas únicas y exquisitas, los valles de tú espectacular belleza revestida de multiformes hondonadas y de un clima tórrido de emociones y suspiros.
Humedad que pone a palpitar de alegría el corazón de la tierra. Que hace sonreír con profundo frescor cada flora que aún sobrevive. Humedad que cuando llueve, le da vida efímera a ríos agonizantes que mueren de sed. Que concede vitalidad a la aridez del alma marchita por la sequía de las ambiciones desmedidas.
Vaguada de corolas que cubre tu atlas por los cuatro puntos cardinales. Vaguada apoteósica que, delineada por trazos perfectos, definen la profunda cuenca del altozano de tus alientos e ilusiones. Vaguada feliz que abre un camino holgado donde se encauza las corrientes de aquellos versos alegres que se mecen en la cuna de tus encantos.
Es que verdaderamente eres atlas de mis sentimientos radiantes. Atlas de notas y acordes musicales con aroma a café, cacao y yerba mojada de las montañas. Tú piel es un pentagrama musical, donde los poros son afines de una sinfonía perfecta. Tus ojos reflejan la pureza del mar celeste; oleajes y espumas es el toque de tu mirada. Tú boca es un caldo de alta pasión y fuego. Tus besos hacen suspirar las estrellas y renacer al alba en el horizonte de los más bellos pensamientos y recuerdos.
Brilla el sol en el alba de tu rostro angelical, perfilando con fina destreza la planicie de tu sonrisa candorosa, especial y divina. Brilla con tanta claridad, que ni las penumbras ni los olvidos pueden apagar el fulgor de tu luz crepuscular celestial. Brilla porque eres amor.
Tú latir, cuando estás cerca de mí, me alcanza suavemente con dulce fragancia y belleza; cuan si fuese una canción romántica y excelsa de amor; venciendo así, las afrentas y hostilidades de un mundo que se arrodilla cada vez más, ante la decadencia cultural y lo grotesco.
Inmigrante de tus sueños y calor eterno quiero ser; rendirme por siempre ante el rosario de tus suspiros; refrescarme con el aliento de tu boca de primavera; mojarme palmo a palmo con elixir de tu amor embriagante; y saciar toda mi sed en tu manantial perpetuo y sublime.
Mi corazón se abre ante ti como una flor. Se funden mis pensamientos como las nubes en el cielo, por tan solo escuchar el susurro de tu gracia divina. Mis arterias fluyen como manantiales de paz, al exaltar tu santo nombre. Eres luz en el laberinto de mis inquietudes.
Llueve a cántaros, intentando empapar aquellos pensamientos furtivos que se desvanecen en el extenso campo de la memoria ingrata. Llueve y mucho, pretendiendo mojar de bien la conciencia, para que no se extravíe ante tantos desaciertos y malas decisiones sin arrepentimiento.
Sensación de anhelos es escuchar el apacible sonido de tú voz. Con suave brisa de esperanza te presentas a cada rostro afligido. Con notas armoniosas de paz te sumerges en la vorágine de los conflictos. Eres vida que se aprecia en cada despertar.
Llegó como brisa apacible y mi corazón emite pulsaciones de gratitud, coronado por rosas, que al contarlas una a una, me lleva a disfrutar un pedazo de cielo hecho vida terrenal. Ricas bendiciones envuelven ese instante, en donde la paz crece y la felicidad se cuela por las rendijas del alma.