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Pa’ ‘lante siempre, aunque tenga que volver atrás para encontrarte.

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Conversaciones con la Diáspora. -Mayra Castellanos
por Carolin Guerra, para Diaspora & Development Foundation, EE.UU.

Florida -Estados Unidos
La primera persona de origen dominicano en llegar al estado de la Florida en Estados Unidos fue una mujer, en 1937. Y su llegada fue causada por Trujillo, aunque no como pudieras pensar. Esa persona termina por motivar la llegada de otros, pero no con y entre ellos, las semillas de la diáspora de hoy. Pero esa es otra historia. Y una un tanto más compleja.
Nuestra conversación de hoy nos lleva a conocer la historia de otra mujer dominicana. Una oriunda del mismo barrio de donde proviene el negro que bota miel por los poros y el Rey del merengue, Johnny Ventura y Joseíto Mateo, respectivamente. Mayra Castellanos, una persona alegre, inteligente y con un carisma que conecta inmediatamente con las personas con las que interactúa. Esta capitaleña nació en medio de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo y verano del ’52 en la para entonces joven barrio de Villa Juana.
Mayra, la mayor de Rafael de Jesús Galván y la segunda de su madre Rafaela Henríquez nos comenta que, “mi niñez fue marcada por la época. Restringida, para explicártelo en una palabra. Pues fue en medio de la dictadura.” Dictándonos su relato, la capitaleña nos dice que recuerda que estudiaban mucho. Alfabetizada por su padre y abuelo paterno, ella y sus hermanos menores, aprendieron a escribir, comprender matemáticas y ensayar inglés desde muy temprana edad. Incluso, ya a los 11 años sabia mecanografía.
Recuerda Castellanos como su abuela, desde una paletera en el frente de su casa, despachaba los sueños de sus nietos, mientras esperaba por su marido llegar de sus compromisos. Mayra sin estar ajena a la realidad de las limitaciones de sus familiares, servía de asistente, luego que aprendiera a leer y escribir. “Carolin, desde que tengo memoria me ha gustado trabajar. Era algo muy normal. Incluso hasta espontaneo. Me gustaba envolverme en los negocitos de mi abuela”, nos dice. Ya fuese vendiendo frutas o haciendo dulce de coco, nos relata Mayra que, se dio cuenta que “con 10 “cheles” podía triplicar las ganancias.” Riéndose añade, “hasta ropita de muñecas vendía. Y no solo en Villa Juana, también con mis abuelos maternos, ayudándoles a vender café, cuando iba de visita en vacaciones a San Francisco de Macorís.”
En la época del régimen, de una manera u otra, todos estábamos involucrado en un trabajo u otro con el gobierno. Y los que no, tenían que guardar un perfil acorde con las obligaciones de los secuaces de la dictadura. Su familia pertenecía a los del primer grupo, y los oficios que desempeñaban, guardaban una cierta importancia. Por ejemplo, su abuelo paterno, Lucas de Jesús, era el chofer de José Arismendy “Petan” Trujillo; el hijo de este, tío de Mayra, era chofer de un “calié” (espía) importante, y su papá, era un marino mercante que navegaba a los puertos de Estados Unidos.
Ahora, todos sabemos el desenlace de Trujillismo, y como los sucesos conllevan a que muchos se vean obligados a partir, aun ser haber sido victimarios de las tragedias de ese periodo. Pero las incertidumbres de los años del triunvirato, un golpe de estado, la Revolución que vivía la República Dominicana para entonces, y unas elecciones que ponían a Balaguer como rescate de lo extinto, parte de la familia se ve en la obligación de emigrar. Y para la primavera del ‘67 miembros de la familia Galván y Henríquez, llegan a vivir a Brooklyn, New York.
“Carolin, inmediatamente llegué, inicié la escuela y cuando me dicen que me tenían que bajar un grado porque era muy joven, y que de todos modos tenía que aprender inglés, aun yo teniendo el conocimiento del idioma, me desanimé increíblemente.” Apasionadamente me dice, “Carolin, yo no deje eso así. Yo luché, hasta que entendí que no podía hacer nada. Pero gracias a jehová salí a camino”. -En días pasado Diaspora & Development Foundation -DDF hizo público un llamado a la desfazada política de atrasar a un estudiante inmigrante de curso, por el solo hecho de que no domina el inglés.
Mayra llega a Estados Unidos a vivir con unos tíos y su abuela paterna a un lugar donde la cultura, el idioma y la escala urbana eran totalmente nuevos para ella. Prácticamente no conocía a nadie. Imaginen lo difícil que tuvo que ser para ella en un tiempo donde no podía comunicarse fácilmente con sus seres queridos de República Dominicana, como lo es hoy. Pero Mayra es una mujer que siempre ha visto el lado positivo de las cosas. Y a las contrariedades, le da la vuelta a su favor, sin importar cuán difícil esta sea.
Me cuenta esta luchadora, que aun sin tener 16 abriles, ya pensaba como adulta responsable, que, “cuando Papi llegó a Nueva York, yo tenía una necesidad de ayudarlo, para que pudiéramos reunir a la familia, ya Mami y mis hermanos menores se habían quedado. Así que empecé vendiendo productos por catálogo por los edificios donde vivía. Hasta algunas veces fui a trabajar con mi tía a una factoría.” Con lo ahorrado, se paga un curso de contabilidad y taquigrafía. “Carolin, mira, este curso me ayudó a conseguir mi primer trabajo formal en una oficina de la comunidad, que ayudaba a familias a llenar y traducir documentos. Me sentía útil y con capacidad para ayudar a otras personas y familias como la mía.” Esta experiencia serviría de antesala a lo que sería su próxima experiencia laboral. Ya graduada, inicia en la oficina del alcalde de Brooklyn, traduciendo los formularios que se enviaban a las oficinas públicas. De esa experiencia, llega al hoy desaparecido World Trade Center, a una compañía de exportación chilena, obligación que lleva a la par con sus estudios de Administración de Empresas.
Asentada, como todo aquel que parte temprano de su país de origen, como joven adulta, Mayra regresa de vacaciones en el ’78, en la víspera de un cambio sociopolítico y económico, sin saber que la Patria tiene ‘jale’. Que te atrae, que te amarra y te compromete. “Carolin”, me cuenta, “esta fue la primera vez que yo exploré mi país, y supe que allí se podía trabajar y ganar bien. Así que hice los planes para mudarme.” Mayra ensaya en diferentes industrias, pero termina en el sector turístico. Trabajando en esta industria empieza a descubrir más a fondo el país, sus riquezas y oportunidades. Y entre ellas, conoce a quien sería y sigue siendo aun esposo, Juer David, con el cual procrea tres hijos. Define esto sin decirlo, como su mayor descubrimiento y agradecimiento hacia su país, su familia.
Mayra vivió en República Dominicana hasta el 1987 cuando decide junto a sus esposo e hijos mudarse nuevamente a New York, para que sus estos pudieran aprender el idioma inglés y tuvieran otras oportunidades.
En esta nueva etapa, me cuenta que han trabajado tan duro como lo hizo junto a su padre décadas atrás. “No fue fácil. Fue una época de muchos sacrificios, que gracias a Dios pudimos ver los frutos en poco tiempo.”
Iniciando el siglo, la familia inicia su acercamiento al estado de la Florida y actualmente trabaja para una institución sin fines de lucro en Plant City, Florida. Desde allí ayuda a la comunidad y desde donde esparce su alegría a cada persona que toca. Sin preguntarle me dice con mucha alegría, “nuestro deseo es irnos de retirada a nuestro amado país”, respuesta que recibo con la sonrisa de una cómplice que entiende que, aunque hay que ir avanzando pa’ ‘lante siempre, puedes que tengas que volver atrás para encontrarte.
Finalmente, la hija de Villa Juana nos deja con un mensaje, exhortando a las nuevas generaciones que siempre se abran a adquirir nuevos conocimientos, que no se aferren tan solo a una carrera, sino que diversifiquen su conocimiento para así tener acceso a mayores.