Inicio EvidenCristianas Por qué no se retiran / Samuel Reyes

Por qué no se retiran / Samuel Reyes

Lic. Samuel Reyes
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Los atletas se retiran aun cuando pueden seguir haciendo una labor decente en la cancha de juego. Hasta las farmacéuticas retiran medicamentos que les han servido como insignias de sus marcas cuando otro producto los reemplaza.

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Hace unos pocos años fuimos testigos de la renuncia de un papa católico y de otros religiosos locales también. Mucha gente se retira de sus empresas a pesar de un desempeño excelente solo por el hecho de querer disfrutar de su vida familiar o simplemente viajar. Eso sucede en todo el mundo de la misma manera que en nuestro terruño quisqueyano. Sin embargo, hay un fenómeno que extrañamente se produce en nuestro medio. Se trata de los líderes políticos que se resisten a retirarse.

Hasta es típico de República Dominicana el fenómeno de las autoridades en descrédito por su mala gestión en la presidencia, en las alcaldías y en el congreso que vergonzosamente se aferran a sus posiciones y no bajan los cabezas humillados por tanto repudio popular. Y eso que aquí los despreciamos con menos disimulo que los europeos a sus corruptos, pero ellos no se dan por enterados.

El próximo domingo 19 de mayo como cada 4 años, vamos a las elecciones presidenciales de nuestro país. También elegiremos diputados y senadores y, ya elegimos en febrero en unas elecciones como de costumbre festinadas, los alcaldes y directores municipales. En estos balotajes participan miles de candidatos de partidos que son también cada vez más numerosos.

El sistema político sin embargo se ha ocupado de mantener incólume casi la misma oferta de candidatos para las primeras posiciones del Estado. Luis Abinader va a su tercera y consecutiva postulación presidencial por el PRM. Leonel Fernández corre por quinta vez por el solio presidencial y ha sido presidente en tres periodos. Abel Martínez va agotando su primera candidatura a la primera magistratura de la nación, pero ha sido presidente de la Cámara de Diputados por 6 años y alcalde de Santiago por 8. Miguel Vargas, ha optado por la silla presidencial también varias veces.

En el caso del presidente Luis Abinader la constitución le permite aspirar por un segundo mandato consecutivo y podría ser su última concurrencia electoral como manda la constitución. Leonel Fernández, quiera Dios, que se retire también. Un milagro del cielo puede provocar que Abel Martínez si es menospreciado por los votantes, tome la decisión de decirle adiós a las urnas. Guillermo Moreno dio reversa y se postula esta vez como candidato a senador por el Distrito Nacional y, de no lograrlo sería mejor para todos también que entregara el mando a otra figura dentro de su partido.

Pasando por alto otras tesis que explicarían por qué no se produciría el retiro de estos líderes me atrevo a argumentar sobre este aparente misterio. En otros países la historia podría ser diferente pero aquí es asunto de una poderosa razón: la inequidad de nuestro sistema electoral.

La ley electoral les permitirá pernoctar a estos ciudadanos en la palestra pública hasta convertirse en momias si les fuera posible, porque administran un caudal contante y sonante proveniente de la Ley 33-18 de Partidos y, en una proporción difícil de determinar, de fuentes directas o indirectas del Estado a través de las funciones que ejercen.  Para ser legítima, y al menos justa, esta ley debería otorgar a todos los Partidos reconocidos desde las elecciones del 2020, la misma cantidad de recursos, o a ninguno. Al amparo de esta ley miles y miles de millones de pesos son asignados a partidos privilegiados que parece que se sacaron la lotería todos los meses y los 365 días del año. Con esas reglas de juego, es difícil, aunque no imposible, que con los recursos que provengan de la iniciativa o proactividad del pueblo, se cultiven candidatos que representen las legítimas aspiraciones de los dominicanos.

Mientras tanto, solo a unos pocos nos duele votar por partidos que malgastan nuestro dinero tan pródigamente como los jugadores enviciados en un casino. Ese patrimonio que todos ponemos a disposición del Estado cuando pagamos los impuestos es para fines de bienestar común y no para que los gobernantes se perpetúen en el poder. Cuando el pueblo los sube al tren del gobierno cada uno debe hacer su mejor gestión desde la primera vez y, si no lo hacen, su deber es retirarse.