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Hagamos sendas derechas para nuestros pies

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Marlene Lluberes

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Con dolor debemos reconocer que, en ocasiones, actuamos sin pensar en que lo que hacemos, no es agradable a los ojos de Dios y que, además, podría traernos consecuencias negativas.

Un ejemplo de ello, lo vemos, cuando leemos al profeta Ezequiel, en el capítulo 20. Nos provoca tristeza, al percibir la indignación del Señor, por la conducta de su pueblo.

Él lo confronta, a través del profeta:

“¿Así que ustedes vienen a consultarme? ¡Tan cierto como que yo vivo, no dejaré que me consulten! Lo afirmo yo, el Señor”.

Dios no acepta que busquen en Él dirección y les reclama que  se habían revelado y que no habían querido obedecerlo.

No arrojaron los ídolos en los cuales habían puesto sus ojos ni abandonaron los ídolos de Egipto.

Entonces, el Señor, continúa siendo muy explícito, al narrarles los pecados que habían hecho mal.

Les dijo:

“Yo los saqué de Egipto y los llevé al desierto. Les di mi debido proceso y les hice conocer mis ordenanzas, que son vida para quienes las obedecen. También les di mis shabat como una señal entre ellos y yo, para que reconocieran que yo, he consagrado los shabat para mí”.

¡Pero prefirieron andar tras esos ídolos!

A pesar de todo esto, el Señor les dio una oportunidad. La misma que tenemos nosotros delante nuestro.

La gran e incomparable oportunidad de andar dentro de Su Palabra, ejecutando Sus instrucciones, dadas para que tengamos vida.

Amados, no podemos desaprovecharla.

El anhelo de nuestro Señor es que nos vaya bien.

Es muy propicio, este tiempo, para santificarnos y poder estar más cerca de nuestro amado Jesús.

De manera intencional, retomemos el debido proceso de todas las cosas. Nos conviene. Hagamos sendas derechas para nuestros pies, para que la pierna coja no se disloque, sino que sea sanada.