SAMUEL REYES
Un valor se define como una creencia básica y fundamental que orienta o motiva una actitud o acción. Es decir, que un valor puede ser orientado para el bien o en perjuicio de todos. Basta que una creencia arraigada en su mente mueva a una persona a hacer algo o asumirlo para que se constituya en un valor. Un valor debe adjudicarse como apetecible cuando promueve el saber ser.
Las sociedades contemporáneas están siendo moldeadas por valores precarios que han sido plantados directamente en un ámbito familiar espurio e indirectamente mediante el subsistema educativo formal, los medios de comunicación y redes sociales. Una encuesta reciente que realizamos en la ciudad de Santiago, arrojó que los 20 antivalores más dañosos de nuestra sociedad son: irrespeto (100%), injusticia (87%), mentira, falta de modales, agresividad y corrupción (80%), egoísmo (73%), intolerancia, falsedad, desconfianza y traición (67%), desigualdad, deshonestidad, e irresponsabilidad (60%). También la crítica, arrogancia, odio, infidelidad, discriminación e impunidad (53%). El legado de valores en nuestra nación está siendo presionado por un aura oscura de antivalores como estos.
Aparte de la familia, atribuimos responsabilidad protagónica de estas precariedades formativas a un pobre desempeño de una parte de los docentes preuniversitarios porque, aunque son titulados profesionalmente, carecen de las competencias axiológicas para formar adecuadamente a sus discípulos y, su rol primario como educadores es difuso. Algo semejante ocurre en el nivel universitario, porque sus egresados no contribuyen contundentemente a solucionar esta carencia social. Paralelamente, existe una corriente nociva de valores que se está imponiendo y desafía sus fuentes legítimas. Proliferan contenidos perjuiciosos en los medios de comunicación y, en las redes sociales sobreabundan los comportamientos antiéticos de usuarios que rehúyen la responsabilidad de actuar con integridad al compartir y consumir información.
Dichosamente, el subsistema educativo no formal contribuye en cierta medida con el cultivo de buenos valores a través de un currículo que brinda formación humana básica y de cultivo de habilidades blandas, basándose en la vocación de excelencia de los facilitadores de la formación profesional, especialmente del INFOTEP. Estos docentes están empeñados en impactar positivamente a la juventud que busca la inserción temprana en el mercado laboral.
En resumen, los antivalores son valores nocivos, la negación de la finalidad de los valores; provienen de una deficiencia en la formación familiar, el fallo del sistema educativo en proveer los correctivos y la deriva ética de los medios de comunicación y las redes sociales.
Más allá de esto, cuando nuestros ciudadanos ingresan en el ámbito laboral, se encuentran con que las empresas y dependencias gubernamentales casi todas asumen valores y los ponen en murales, pero pocas los cumplen. Es así como los buenos valores son deseables y no desaparecen, y están en los murales sociales, pero si no se adoptan seriamente, son una rémora que provoca merma a la conciencia ética, la cual al ser vulnerada procrea más antivalores.