En el segundo libro de Reyes cap. 7, vemos al Señor manifestar su voluntad por encima de toda imposibilidad humana.
Luego de que los Sirios invadieran a Samaria, una fuerte hambruna se había apoderado del pueblo.
El rey de Israel desesperaba por ayuda; se le habían agotado las fuerzas.
De igual manera, puede ocurrirnos. Muchas veces llegamos al extremo y pensamos que ya no podremos más. Las difíciles circunstancias nos llevan a olvidarnos de lo que nuestro Dios es capaz de hacer, a nuestro favor.
Esta historia es un ejemplo de ello. La situación era terrible, pero Dios, a través del profeta Eliseo, anunció lo que haría: “mañana a estas horas se venderá el grano a su precio corriente, en la puerta de Samaria”.
Vendría la abundancia. Que en un plazo tan corto se fuese a vender tan barato el grano, era insólito, pero Dios lo haría.
Uno de los nobles de Israel, en cuyo brazo el rey se apoyaba, es decir, era su mano derecha, no lo recibió y así lo expresó.
De inmediato, les fueron dichas las consecuencias, por su incredulidad: “viene abundancia, pero no disfrutarás de ella”.
En el tiempo señalado, todo empezó a suceder. El Señor había hecho que en el campamento de los sirios se oyese estruendo de carros, ruido de caballos y estrépito de gran ejército.
Al oír este ruido, ellos huyeron con precipitación para salvar la vida, y dejaron el campamento como estaba, sin preocuparse siquiera de llevarse los caballos, los cuales les habrían ayudado a acelerar la huida. Dios los hizo temblar y huyeron despavoridos.
¡Samaria había quedado libre!
La profecía de Eliseo se cumplió al pie de la letra: Una medida de flor de harina se vendió por un siclo y aquel hombre, mano derecha del rey, fue atropellado de muerte, por la gente en la misma puerta, probablemente por accidente, al acudir la multitud a apoderarse de todo lo que habían dejado los enemigos.
Definitivamente, debemos confiar en aquel que nos ha dicho que, aunque pasemos por las aguas, estará con nosotros.
A veces, llegan situaciones que, por más dinero o poder, no tenemos, en lo humano, cómo resolverlas. Necesitamos a Dios, su intervención, su gracia.
Por esto, debemos preguntarnos: ¿qué es lo importante, si a fin de cuentas es Dios quien controla nuestro presente y nuestro futuro?
Sin duda alguna, caminar en fidelidad y no permitir nada que sea incompatible con su santidad.
Entonces, tendremos paz, en medio de la adversidad y seguiremos agradándolo a ÉL, porque habremos entendido que siempre interviene, cuando llega el tiempo de que termine la dura experiencia. Aunque no estemos viendo la manera en que se pueda solucionar, Dios crea el escenario para que la liberación se produzca.
Nuestro Dios es el Hacedor de maravillas.
¡No lo olvides!