Llegó la Navidad y con ella, para muchos, la nostalgia, la tristeza, el sentir la soledad como viento impetuoso, que los hace tambalear. Para otros, las fiestas, el alcohol y las borracheras. Lo que debería ser un llamado a la paz, se ha convertido en un movimiento al caos, al consumismo desenfrenado que
provoca terribles carencias de los productos destinados al uso natural de las familias.
En medio de esta realidad, hay un remanente que debe ponerse en pie, quitando la mirada de la demanda de la época y acudir, sin reparos, en ayuda de todos ellos.
Un acompañamiento, una palabra de aliento, una solución oportuna, pueden marcar la diferencia.
Que los influyentes en el país sean solidarios, en aras de que los dominicanos seamos librados de todo tipo de infortunio, en tanto de nosotros dependa.
Que podamos iniciar un nuevo año con la tranquilidad de saber que permanecimos valorando la vida y el propósito para el cual estamos en ella.
Ejercitémonos en el amor y en la prudencia. Clamemos a Jesucristo y como Él actuemos, para que nuestro pueblo permanezca en paz.
Que cada uno haga lo que debe hacer, por el bien de todos.