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El enigmático Javier Milei / Samuel Reyes

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Lo más raro del mundo político pasó en Argentina. Ganó Milei la presidencia, y su gran hazaña evidenció errores que cometieron algunos analistas políticos.

Mi amigo argentino, el Dr. Rodrigo Tapia, escribe un comentario en su Facebook que él personaliza pero que yo retomo y contextualizo para mejor provecho de mis lectores. Según Tapia, se pensó que el próximo presidente argentino estaba en el

Lic. Samuel Reyes

ganador de la justa interna de J x C (Juntos X por el Cambio). Se equivocaron. La lucha de egos fue tan grande entre sus líderes que desperdiciaron una oportunidad que tenían muy clara de volver al poder. Arruinaron ese proceso de primarias, debilitaron la alianza electoral y quedaron terceros en la primera vuelta, muy lejos de la meta deseada. No pudieron ver que esa lucha desgastaba la confianza del electorado.

Los politólogos dijeron que basándose en el enojo de la gente no se podía competir y mucho menos ganar. Se equivocaron. El enojo frente a la inoperancia del gobierno en el deber de controlar la economía creció y creció y pasó por encima el debate presidencial donde Sergio Massa, profesional de la política tuvo a Milei entre las cuerdas.

Los expertos dijeron que no se podía ganar sin estructura. Se equivocaron. La Libertad Avanza no tiene estructura partidaria propia y utilizó un partido provincial para participar. La gran mayoría de sus candidatos locales eran de otros partidos y sólo acompañaron la cara de Milei en las boletas. Y ganaron y entraron.

Otros dijeron que la experiencia en el Congreso no es suficiente para consolidar un candidato a presidente. Milei destruyó el mito de la “necesaria experiencia política” para ser candidato. Primero fue comentarista invitado, luego diputado y ahora, presidente. Todo en dos años. A toda velocidad, devorando la tradición política de subir peldaños para ser candidato.

Pensaron que Patricia Bullrich desaparecía luego de la primera vuelta. También se equivocaron, porque esta tuvo el gesto inesperado apoyando a quien días antes la maltrató. Su gesto de grandeza quedará en la historia.

Dijeron que para ser presidente hacía falta una estabilidad emocional más sólida. Milei, con una vehemencia pasional que rayó en la irrespetuosidad, ganó. No fue la forma sino los temas que tocó lo que convenció a casi 15 millones de argentinos.

Ahora entiendo mejor ciertas dinámicas del poder político en Argentina. Me doy cuenta que el pueblo no está tan preso como a veces pensamos. Que se llega a un nivel de hartazgo que cada vez más se hace evidente, y se vuelve cansancio, indignación. Milei nos enseña que el temor a perder derechos es un mal menor ante el enojo por los privilegios de unos pocos.

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