En este tiempo se ha llegado a creer que existe una libertad de acción, que no tiene límites: es posible elegir el género, hacer abortos…
Sin embargo, se trata de una libertad falsa, porque Jesús es el único que puede hacernos libres, al reconocer que Él es Dios y vino a la tierra para romper el poder de la muerte, pagando la deuda que teníamos, por la obligatoriedad de responder por nuestros pecados. ¡Resucitaremos en el día postrero!
En tanto estamos en la tierra, nos pide que recordemos esa libertad, rechazando los pensamientos que contravienen sus disposiciones y accionando, conforme a ellas.
Esta es la verdadera libertad, porque no dependemos ya de ninguna, emoción, circunstancia o persona para estar bien, sino que tenemos un ancla firme, en nuestro interior: lo que escrito está. En base a ello, actuamos y reaccionamos. Nada fuera de Dios nos gobierna y, por tanto, nada nos esclaviza.
Cánovas del Castillo dijo: «… sin una autoridad fuerte e incólume, no es libertad, sino anarquía».
Jesús dijo: Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.