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Peripecias: Víctor Trinidad, entre la miseria y la orfandad; la venta de botellas genera su único sustento

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Por. Martín Ubri / Para Evidencias

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Viviendo en la pobreza por más de 50 años se encuentra el señor Víctor Trinidad, quien reside en el sector Fundación de Los Girasoles en el Distrito Nacional.

“He criado a mis hijos con muchos esfuerzos, se han olvidado de mí, hasta el punto de pasarse uno y dos años sin visitarme, y sin saber si como o si estoy vivo”, expresa.

Comer a veces y poder disfrutar de un buen colchón, son de las cosas que anhela el señor Trinidad, que vive en su casita de hoja latas y pedazos de otros materiales de construcción.

“Ojalá no llueva nunca, ya que cuando llueve, la lluvia cae dentro de mi casa y se forma un rio de agua que hace imposible caminar dentro de ella, sin que se me mojen los pies,” dice don Víctor Trinidad.

La vista se va lejos dentro de la casucha amorfa buscando quizás a ver cuál de los maderos colocados para sostenerla esta más torcido u otros, roídos por el comején. Además, afirma que nunca le deja tranquilo el miedo de pensar que uno de esos maderos puede desprenderse de su lugar y caerle sobre su cabeza.

Las botellas de vidrios que desechan los usuarios de las diferentes marcas de licores y cervezas, su carretilla y su chancleta “samuray”, son la materia prima de su medio de vida, las cuales le acompañan cada día en su peripecia por las diferentes calles de Fundación, Los Girasoles, Palma Real, Don Panchito y el Residencial Carmen Renata, en Santo Domingo Oeste.

“Hay personas que hasta me guardan las botellas vacías”, comenta Víctor con una sonrisa en sus labios.

Casi sin poder caminar y por la penante situación económica que le persigue, el señor Trinidad, recorre alrededor de 25 calles cada día buscando sus botellas para luego venderlas y así poder comprar sus alimentos y medicinas.

El sol, la lluvia y otros fenómenos de la naturaleza que le encuentran por su paso, le hacen el día imposible en algunas ocasiones, impidiéndole a veces, salir a buscarse el sustento diario.

El día que amanece lloviendo se auxilia de personas nobles que llenas de misericordia, le brindan un poco de alimento, ya que no puede salir.

“La última vez que salí debajo del aguacero, me dio una gripe que me dejó casi loco y perdí más por los menos”, apuntó Víctor Trinidad.

“Mis hijos al parecer se han olvidado de que tienen un padre vivo, no me visitan, no me mandan nada, no me traen nada y cuando viene a ver, ni por mi preguntan, y yo ni se dónde viven, esos malagradecidos”, concluye el señor Trinidad, con los ojos cual gotero presionado.