
Por Bienvenida González / Psicología y Terapia Familiar
Te invito a que me acompañes a mirar un poco más de cerca otros factores y circunstancias que inciden, promueven y mantienen el abuso infantil.
El clásico refrán: “Árbol que crece torcido, nunca sus ramas enderezan”, conlleva entre otras explicaciones las posibles carencias educativas y correctivas a ser aplicadas por los progenitores a sus hijos en las etapas de formación humana.
¡Con ese muchacho, o con mis hijos no hay más nada que hacer, no hay quien pueda con ellos! Expresiones ampliamente conocidas en el ámbito de determinadas familias y en contextos de la sociedad.
Si se ha entendido que el abuso infantil es como una ola expansiva que arropa al mundo, que es un fenómeno que amerita de políticas públicas y de acciones de grupos y/o instituciones; nuestro intento no consiste en desmeritar estas acciones de bien común, más bien motivar a una reflexión más cercana a mi casa, su casa…la familia.
El abuso infantil o el mal trato a los infantes, se inicia desde la gestación. Prueba de ello es la intención de gestar y celebrar el diagnóstico de embarazo y por consiguiente iniciar la atención y cuidados requeridos para este proceso hasta la culminación del mismo. De no asumirse de esta manera, esa criatura gestada es objeto de abuso pre y post-natal. ¿Y qué decir de los cuidados alimenticios, chequeos médicos rutinarios, para prevenir cualquier daño posible, la ingesta de sustancias toxicas, fumar y carencia del descanso y una atmosfera emocional cónsona con este proceso?
¡Si los gestados carecen de cuidados antes de nacer, corren el riesgo de que los mismos continúen después de nacer! Estos y otros detalles podrían no ser calificados por la generalidad de la gente, como abuso infantil.
Algunos pudieran argumentar que no todos los progenitores tienen al alcance de sus posibilidades, los beneficios de salud, alimentación y estructuras ambientales y emocionales. ¡Esto es cierto! No obstante, existen hábitos comunes y corrientes, que se transforman en leyes consuetudinarias y por lo tanto rigen y pautan el comportamiento humano. Las abuelas de varios de los lectores de este artículo, vivieron en comunidades cuidadoras, las cuales protegían con atenciones la alimentación de las embarazadas en valles, montañas y zonas rurales. Con creencias que normaban el proceso de gestación. ¡El mundo ha vivido asumiendo los procesos vitales con o sin modernidad! El amparo de Dios desde el principio de los tiempos ha acompañado a su creación.
¿Cómo se articula la prevención del abuso infantil luego del nacimiento? El desvalimiento en todos los órdenes de los infantes, los torna como personas expectantes de quienes han de prodigarles amor, protección, amparo y seguridad entre otros elementos esenciales. Independientemente de las circunstancias respecto a la presencia física, emocional y espiritual o no de los progenitores, estar es imprescindible. El no estar presentes y sin esperanza de quien o quienes realicen acciones de cuidados y protección, sustitutos en cierta medida del amor entrañable necesario, es abuso infantil.
Infantes que están o han estado sometidos a las disputas de sus progenitores, familia de origen, y de una convivencia que deja mucho que desear (aun disfruten de cuidados nutricionales y de asistencia educativa y espiritual), están siendo objeto de abuso infantil.
La intención y el propósito de criar trascienden la estructura biológica de la fecundación. Es un compromiso de vida conjunta, hasta la adultez e independencia existencial de los hijos. ¡Es una herencia más significativa que los dineros y los bienes habidos! Es en esencia una acción que gesta a hijos, sean hombres o mujeres a la intolerancia del abuso en cualquiera de sus manifestaciones en sus relaciones personales.