LUIS M. Moreta
Lo que escribo no es locura; y si es locura, es mi locura. No es un atentado contra su equilibro emocional. Total, ni lo lea; finalmente no es para usted.
Pero, en estos dias he aprendido a vivir sin mí.
Como nuestro viaje misionero a USA fue pospuesto porque el dia de mi partida, que habría de ser este viernes 14 de abril, fue traspuesto para el miercoles 19, (todos saben de la repentina y descomunal inundación del aeropuerto de Fort Lauderdale, FL).
Pues 30 minutos antes de nuestra partida desde La Vega al aeropuerto del Cibao, para abordar un vuelo de Spirit Airline, recibimos aviso de la suspensión del viaje.
Así que, mi agenda de actividades y responsabilidades de lo eventual y lo cotidiano, había sido agotada para iniciar mis actividades como conferencista y predicador, y que habrían de iniciar desde el domingo 16 en Greenville, SC; y luego viajar, al lado de mi esposa Ysabel, en el bus de la Greyhound, en un viaje de 20 horas para responder solicitudes de las congregaciones de Winchester, Shelbyville, Gerogestown y varias iglesias en Lexington, (todas en estado de KY), y probablemente en Cincinnati, OH, y en algunas dos congregaciones de Louisville, KY….
En fin, viviendo sin demandas, sin prisas, sin atribuciones y sin la presión y sin el nerviosismo que durante mis 42 años de predicador sufro cada vez que estoy ante una congregación, aun de 6 laicos, y ya en el tiempo programado de haber estado en territorio continental, me siento en mi casa sin mí.
Aquí intento tocar la flauta porque es el único oficio que me proporciona descanso; la veo en su estuche, la muevo y la cambio de lugar sin extraerle algunas notas. Veo el folder donde guardo, inconclusa, la partitura en Do mayor del tema de mi cuento animado «Miqui», la que contiene una combinación de piano, flauta, fagot y chello acompañando una aguda voz femenina que entona una canción jocosa y, aunque tengo prisa por culminar, sólo la veo…, pero vuelvo a cerrar.
Y, como poseo herramientas para trabajar la madera, me propuse fabricar dos pares de bolillos para percusión, para regalar a mi nieto de 9 años, solo terminé y par.
La vida que vivo sin mí la estoy viviendo mas desahogada, un poco mas libre y sin pretender satisfacerme por logros algunos; pues, de mí no demando nada que me produzca servilismos a mi antojo.
Y he descubierto que si estudias, si predicas, si realizas cualquier obra a demandas de segundos, casi siempre es a ti a quien sirves. Sin advertirlo, trabajas para tu satisfacción, por tus apetitos, para levantar o establecer un estatus, conquistar un galardón, devengar un salario, conquistar una calificación o inflar tu orgullo.
¿Y cuándo te enteras? En mi caso, te enteras cuando se te arruina un plan y, en vez de amargarte, o trastornarte o frustrarte, lo asumes y lo cubres con un buen Ro 8:28 (para quienes aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien…).
He creído que una de las grandes obras del hombre, en circunstancias determinadas, es hacer NADA, o no hacer ALGO. De esta manera podríamos, no tan solo encontrarnos a nosotros mismos; sino, dejarnos encontrar de Dios. Y se nos hace tan dificil aceptar una cesantía que hasta Dios, haciendo uso de su incuestionable soberanía, tiene que intervenirnos físicamente para que nos detengamos.
MI PEQUEÑO LIBRO
«Aprendí A Vivir Sin Mí»qué, amables y tolerantes amigos que me leen, en medio de la suspensión de mis actividades cotidianas, en vez de turbarme, de lamentarme, de entristecerme o de incomodarme he descubierto, por primera vez en mis 7 decadas, no de vida; sino, de existencia, que puedo vivir si mí.
Ya les dije que no leyeran este artículo; pero, si han llegado hasta aquí, entienda mi postulado.
La Biblia nos sugiere: «Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para Dios… (Col 3:23). Asi que, esta cesantía, esta inactividad, este anquilosamiento es una inmensa obra que dedico a Dios. Esta tranquilidad, esta inactividad me esta trayendo muy buenos resultados. ¿Saben ustedes por qué tanto éxito en ello? Porque las realizo sin mí.
Si para Dios es lo que hago, y no para mi consumo, no para mi remuneración, no para mi beneficio ni para inflar mi ego; para Dios es este tiempo de reposo.
Puedo decir: aprendí a vivir sin mí.