
BIANKA REYES
Todos conocemos la frase “como niño en una juguetería”, para indicar que una persona está feliz, emocionada o asombrada con un regalo de su preferencia o por visitar un lugar que le gusta mucho. Pero, ¿Y si cambiamos esa frase y en lugar de juguetería, decimos LIBRERÍA? ¿Tendría el mismo sentido? ¿Se sienten los niños igual de emocionados, felices y extasiados, al entrar a una librería? Me gustaría decir que es así, pero en la mayor parte de los casos, tristemente NO lo es.
Nuestros niños están creciendo con cierta aversión a la lectura y por ende a los libros, y con una adicción un tanto desequilibrada por los dispositivos electrónicos. Aquí hago un paréntesis y aclaro que NO tengo nada en contra de lo electrónico, pues bien, utilizadas son herramientas excelentes de aprendizaje, descubrimientos y sana diversión; pero REPITO, bien utilizadas.
Yo crecí entre libros, a mí me emocionaba y me emociona recibir un libro de regalo. Mi padre me enseñó a amar los libros y aspiro a dejar ese legado a mis hijos. Para motivar, estimular o entusiasmar por la lectura a los niños, no hay que hacer más que lo que hizo mi padre: llenar nuestra casa de libros. No nos obligaba, no nos ponía una hora de lectura. Solo llenó la casa de libros y nosotros los encontrábamos por doquier, en libreros, estantes, mesas, aguantando una puerta, en un cajón de la cocina.
Y así, poco a poco, fui sumergiéndome en esas historias maravillosas de mujeres valientes, hombres misteriosos, animales míticos y países lejanos. Luego, ya le pedía los libros: cómprame tal título, salió la nueva obra de tal escritor. Así fui creciendo entre letras y paginas amarillentas.
Cuando mis hijos nacieron, ambos tuvieron la suerte de nacer en casa de mis padres y se encontraron en mismo ambiente, libros y más libros. Por las múltiples mudanzas, ahora teníamos muchos libros en cajas, otros en libreros. Antes de gatear, hablar o comer, mis hijos empezaron a hojear esos libros, arrancar hojas y rayar portadas. Ese fue su primer encuentro con el mundo maravilloso de la lectura en el que yo tuve la dicha de crecer.
Al paso del tiempo, aprendieron a leer (por sus propios medios, tengo que admitir) y el mayor de mis hijos, empezó a leer cuanta hoja con letras le cayera en la mano. Hasta hoy, me sorprendo de su capacidad de leer prácticamente cualquier cosa, desde un libro de cuentos hasta una revista de medicina. El menor, con un temperamento más aventurero y libre, ha ido incursionado a su aire en el vasto océano de los libros: hojea este por aquí, revisa otro por allá y de a poco va tomándole gusto a la lectura.
Recientemente, y para nuestra sorpresa, en una visita a una librería de la ciudad, con una amplia zona de libros infantiles, la reacción del pequeño fue impresionante: era como un niño en una juguetería….corría por los pasillos, impresionado, emocionado, feliz! Tomaba un libro, abría otro, hablaba con ellos: ¡Hola libros! le escuché decir. Para él, era un lugar divertido. No había un solo juguete, una sola computadora o tablet; pero él estaba simplemente alegre. El mayor leyó todo lo que pudo mientras duró la visita y al salir de allí, se iba tan triste como si hubiese perdido un juguete.
Esa sensación, esa alegría, ese momento con los libros, es lo que me gustaría que los padres pudieran transmitir a los niños. Empiece comprando un par de libros y cada mes, agregue un nuevo libro, para formar su propia biblioteca. Lean juntos un poquito cada noche, hagan juegos de lectura, permítale ilustrar libros que solo tengan letras, recuerde lo leído el día anterior. Lo importante es ir exponiéndolos a los libros con paciencia y amor, ir acercándolos a la experiencia de la lectura, sin presiones ni imposiciones. No hay entretenimiento tan barato como la lectura, ni ningún placer tan duradero. Permítanles a sus hijos sumergirse en este sano entretenimiento.
Bianka Reyes
Lantana (Santo Domingo) / Un espacio de arte y bienestar.
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Bianka Reyes es publicista y artista gráfica. Codirectora de Lantana. Imparte clases inclusivas de arte.