A mis compañeros de arte y a mis hijos.
En una línea:
Que hay que hacer las cosas, bien; que eso es arte.
En más de una línea.
Problema: Que el modernismo no pudo evitar la avalancha de mediocridades y malas prácticas en todos los sectores, dando apertura y validando a cualquier cosa como lo que desee.
Solución: Regresar a la razón; al uso de criterios y normas.
Para los que leen.
Es común ver como mucha gente mira a una obra de arte con el mínimo de entendimiento; asumiendo equivocadamente, que su propia pobreza intelectual no les permite merecer el discernimiento conceptual de la obra y su profundidad, terminando, no por culpa propia, con una autoimagen deteriorada, tristes y confundidos. No debe suceder
Pocas definiciones de “arte”, incluyen el arrebato de emoción que moldea a la forma; que ciñe al criterio para hacer la obra, y a eso me quiero referir. Solo una convicción, terriblemente afinada de hacer las cosas bien, o una emoción que bien sabe lo que va a lograr, cuando se compara a una hormiga con un abismo o a una lágrima con los azotes mesiánicos, puede pautar la firmeza y empeño de dejar la vida si fuere necesario en la empresa del mejor acabado; la nota perfecta; el brillo adecuado; la fuerza justa; la grandeza que miniaturiza; lo extremo que da impresión de inalcanzable; lo necesario para partir al alma y hacerla germinar con haz milagroso.
Por eso nos conmueve la dulzura de las resoluciones melódicas y perfectas de Mozart; igualmente, nos deja touches, la misma falta de resolución, con acometidas ahogantes, de las sinuosas aventuras de Beethoven.
Nos quedamos perplejamente enamorados de la voluptuosidad de Gaudí; de la perfección de David; de la simpleza horizontal de Ludwig Mies Van Der Rohe; su silla y como destruye un pabellón para hacer nacer un mural.
Nos hundimos en la pesadumbre de “Soñé con ser otra mujer”, en Los miserables.
Desde lo majestuoso, hasta lo simple de ver como se destruye un jarrón y nace una taza.
Ojalá podamos dejar establecido que algo bien hecho es obra de arte, como cuando decimos: el arte de hablar o el arte de tejer, queremos dejar dicho que lo que resulta es un buen discurso o un buen mantel.
Vamos a partir de la propuesta siguiente: Arte es la manera de hacer algo que resulta estéticamente conmovedor; puede que por su belleza, rareza o asertividad conceptual; que obra de arte es lo que resulta de esa actividad.
Nos hace falta desmitificar eso del arte. Dejar de creer que es para genios, inspirados, ilustres o beneficiarios de solemnes mecenas.
TODOS PODEMOS HACER LAS COSAS BIEN HECHAS; DESDE TENDER LA CAMA HASTA VOLAR UN JET.
Propuestas y otros textos.
Regresemos al arte de la caligrafía; a los buenos modales en la mesa; a caminar correcto, de un lado y con cortesía; a todo.
Un paso más allá y en pro me mejores resultados, hay otras disciplinas que requerirán entrega, práctica, dedicación y esfuerzo: La pintura, la música, la danza, la arquitectura…
Una pieza de arte visual debe comunicar el mensaje a través de signos y símbolos distintivos. Una carta que se escriba con palabras recién inventadas por el escritor, puede que ni él mismo la comprenda. Eso pasa con tantas obras de “arte pictórico” que, no ajustándose a norma alguna, son basura, aunque se vendan en mil millones.
Usted debe entender con un mínimo de intelecto, como se comprende un alto o una advertencia. Debe servir para algo, sin pretender que llegue a ser utilitario. Si no se comprende entonces son manchas, rayones y colores. Muchos artistas parten de la nada y van hacia la nada, dejando nada a su paso.
Hoy, el arte deco ha venido a tolerar cualquier mueble que ocupe la mirada. El arte post moderno destruyó la estética. El pop art, saltó de la publicidad a las galerías y ni decir del Naif, sin reglas ni parámetros, (una cosa que sólo abre puertas a mediocres y ociosos).
Una cosa que no se pueda justificar es un adefesio, pero hoy, el adefesio es valorado como arte, el vacío, la ausencia de lo que debe estar y hasta se habla del equilibrio oculto.
Todos podemos ser artistas, solo basta con hacer bien, lo que hacemos y si lo hacemos muy bien, mejor.
Enseñemos a nuestros hijos a entender el arte como “cosa bien hecha” y posteriormente bien justificada. De ahí podremos cosechar una sociedad mejor encaminada. Imagínese que la gente se crea artista del volante o artista de la cortesía o artista de la palabra y la escritura.
Valoremos el arte. Cultivemos la práctica de la contemplación sensible, sin la cual no se va a poder apreciar “lo bien hecho”. La prisa, el hambre y el sueño no van a dar paso a esa posibilidad.
Vamos a premiar lo que está bien hecho y se seguirá haciendo; Ignorémoslo y lo perderemos.
Se repite lo que recibe estímulos de reforzamiento positivo. ¿Qué estamos reforzando? ¿Qué estamos premiando? ¿Qué estamos haciendo bien?
Peniel Ramírez
Premio Nacional de la Juventud