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¿Reforma Fiscal? Mejor Zenshin

Lic. Samuel Reyes
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Samuel Reyes (samuelreyes7@hotmail.com)

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Cada cierto tiempo los países latinoamericanos son condenados a las llamadas reformas fiscales. En la economía clásica, la que se aplicaba antes de la segunda guerra mundial, estaba vigente la teoría económica de Schumpeter de que la renta del gobierno era el límite de su gasto. Sin embargo, luego de esa guerra las naciones desarrolladas y las no desarrolladas se avocaron a aplicar el concepto de estado fiscal en el que el gobierno se sustenta en una cada vez mayor voracidad recaudadora y al mismo tiempo que no se limita a sus ingresos, sino que potencializa su gasto con préstamos internacionales e internos e incurre en déficits fiscales.

El déficit fiscal nacional ha crecido mucho y la deuda externa e interna es cada vez mayor y por eso la reforma fiscal es impostergable para equilibrar el presupuesto nacional. Esto se traduce en el incremento de los impuestos y la ampliación de su aplicación a una gama más amplia de productos y servicios dando como resultado una disminución del poder adquisitivo y del bienestar ciudadano.

La solución a la realidad cíclica de las reformas fiscales es que nos avoquemos a una reestructuración económica tipo “Zenshin”, palabra japonesa compuesta por los términos “Zen” que significa “avance gradual hacia lo mejor” y “Shin” que quiere decir “desarrollo continuo”.  Rodrigo Villamizar publicó en Colombia en 1995 un libro con ese nombre que ofrece una salida para el lodazal del subdesarrollo en el que nos encontramos atrapados.

Zenshin es la mejor palabra para describir lo que ocurrió en 10 países del Asia Pacífico llamados los tigres asiáticos: Japón, China, Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong, Singapur, Tailandia, Malasia, Indonesia y Filipinas. Esos países pertenecen a una región donde los 3 recursos que son realmente locales son la mano de obra, su capacitación y la infraestructura física. Todo lo demás lo reciben de fuera, pero la finalidad es transformarlo y reexportarlo todo.

Estos países asiáticos aprendieron que la inversión extranjera es inestable porque se puede desmantelar y trasladar a otro país en poco tiempo. Para evitar esto, la tecnología la “nacionalizan”. Además, las reservas internacionales y los excedentes a las balanzas de pago los usan para sustentar un alto nivel de inversión pública. Para ellos, el desarrollo se crea internamente con inversión y recursos humanos nacionales. Por eso la mayor parte de la inversión es propia, fruto del ahorro interno de 1 dólar de cada tres captado, el énfasis en las exportaciones, el traslado de la producción de manufacturas de menor valor agregado a países vecinos con economías menos desarrolladas y la priorización de los mercados internos.

Definitivamente la reforma fiscal no desarrolla la nación. Necesitamos un Zenshin que organice nuestras finanzas.