Según fuentes del Partido Republicano a ‘The Hill’, la decisión de Trump de negar la amnistía a sus simpatizantes detenidos por asaltar el Capitolio el pasado 6 de enero ha conseguido impedir la desbandada de los senadores republicanos. Los demócratas necesitaban 17 de sus votos para garantizar una mayoría de dos tercios en la Cámara Alta y condenar a Trump por incitar a la insurrección a raíz de su encendido discurso público horas antes del asalto, tal y como le acusaban en el pliego de cargos del ‘impeachment’.
«Pienso que si perdonaba a la gente que formó parte del asalto el número de senadores (republicanos) que le votarían sería mayor, porque habría sido una forma de decir ‘Estos son mis chicos», según explica un senador republicano bajo el anonimato. Otros senadores, por su parte, se han declarado muy preocupados por las amenazas vertidas por seguidores acérrimos del expresidente, como el acoso del que fue objeto el destacado senador Lindsey Graham en un aeropuerto hace dos semanas.
Una tercera línea de actuación tiene la mirada puesta en el futuro: una posible condena a Trump podría minar sensiblemente las perspectivas de reconstrucción del Partido Republicano dado que la base de seguidores del presidente, imprescindible de cara a las elecciones legislativas de 2022, se distanciaría definitivamente de la doctrina oficial del partido.
Sin embargo, las mismas fuentes apuntan que la situación es delicada porque un rechazo completo a la iniciativa demócrata podría entender que los republicanos estarían cerrando filas de nuevo en torno a una figura que les ha costado la Casa Blanca y el Congreso entero en solo cuatro años. Nuevamente han salido a relucir las conversaciones sobre su futuro «y en algún momento vamos a tener que discutir el hecho de que el Partido Republicano es mucho más grande que una sola persona», apuntan estas fuentes.
De momento, el líder de la minoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, ha propuesto aplazar el juicio hasta mediados de febrero con la confianza de que para entonces el tema se haya enfriado. «Dado que el ‘impeachment’ es una figura empleada para sacar a alguien de un cargo que ostenta, este plazo podría incrementar las dudas sobre la validez constitucional de este juicio. Sospecho que muchos de nuestros miembros van a ampararse en esta cuestión», añaden.
También hay que determinar si el presidente del Tribunal Supremo, John Roberts, presidiría el juicio. Si bien es la labor que le corresponde en circunstancias normales, nunca antes se ha dado la circunstancia de un juicio político contra un expresidente, por lo que cabe la posibilidad de que Roberts pudiera recusarse dada la turbidez de la cuestión.
Las dos opciones siguientes son la vicepresidenta, Kamala Harris, y el presidente pro tempore, Pat Leahy. Ambos demócratas, y ambos partidarios de la condena a Trump, lo que desvirtuaría todo el proceso como un ejercicio partidista. «Y ahí es cuando comienza a perder legitimidad», aventuran las fuentes.
Por último, queda por ver cómo se comporta el Partido Republicano sobre una segunda opción: la posibilidad de inhabilitar a Trump para desempeñar un cargo público. Los precedentes son todavía más confusos en ese aspecto. Si bien solo es necesario un voto por mayoría simple — es decir, solo haría falta que un senador republicano votara a favor, o en caso extremo la vicepresidenta Harris, como presidenta del Senado — tal votación solo se aplicaría a responsables electos previamente condenados.