Randy Lorenzo es un joven de 24 años que compró un motor con la ilusión de llevar el sustento a su familia. El 2 de diciembre de 2019 este sueño se abortó por un accidente, y las consecuencias fueron devastadoras.
Cuando se recuperó, el médico le informó que tenía un trauma cervical que le provocó inmovilidad en las extremidades inferiores y, por ende, no podía caminar. Lo refirió a terapia física y así llegó a la Asociación Dominicana de Rehabilitación (ADR), donde Listín Diario conversó con él.
Randy llegó ese día a recibir su terapia sostenido por muletas, y en compañía de su madre, quien lo asiste en todo. Cuando se desmontan del vehículo, se acomodan la mascarilla y hacen el trayecto siguiendo el protocolo de bioseguridad de la entidad.
“Salí del hospital en silla de ruedas, luego usé andador y ahora muletas. Estoy muy contento, pero no ha sido fácil lidiar con la enfermedad y las terapias en medio de esta pandemia por Covid-19”, confiesa.
Cabizbajo, evita mirar a los ojos, pero cuando lo hace refleja su alma. “El coronavirus entra al país en el mes de marzo, aún estaba muy triste por la situación, pero conversaba con mis amigos que me visitaban, tenía la presencia de mi hijo más a menudo. Ahora tengo que estar encerrado y en estas condiciones… Y venir a mis terapias ha sido muy complicado, porque me da miedo salir de casa y exponerme a la enfermedad. Ya que cogemos taxi y tenemos contacto con muchas personas, aunque bajo un protocolo, uno no sabe…”.
Como Randy, en el país hay cientos de casos de personas que en medio de la pandemia salieron de casa a continuar sus terapias para no dar revés a su condición de salud.
Arturo Pérez Gaviño, vicepresidente de la ADR, indica que se ha experimentado una reactivación gradual y sostenida del nivel general de servicios. De un 55 % se espera alcance el 80 % para los próximos meses, lo cual estaría sujeto a la evolución de la pandemia y a las disposiciones socio-sanitarias que se establezcan en lo adelante.
Los centros de rehabilitación reabrieron a mediados de mayo y los servicios que actualmente se están ofreciendo, y los de mayor demanda, son los tratamientos de terapia física (en un 58.5 %) y las consultas médicas en fisiatría (en un 14.4 %). También intervenciones en terapia ocupacional (17.1 %), intervención temprana (4.9 %), que comprende terapias integrales y psicopedagogía a menores de cinco años, servicios de psicología (1.6 %), estudios especializados (1 %) y otras especialidades médicas, pedagógicas y terapéuticas (2.5 %).
“Es bueno resaltar que en algunas de nuestras filiales el volumen de servicios es similar al que estábamos ofreciendo antes de la pandemia”, dice Gaviño.
Según la directora médica del Centro de Rehabilitación de la Universidad Católica de Santo Domingo, Ivette Cesarina Reynoso, las dificultades en el traslado y el temor al contagio del coronavirus ha hecho que disminuya la frecuencia de asistencia a las terapias en esa institución.
Asegura que respeta esta decisión porque la mayoría de los pacientes que se atienden en el centro son muy susceptibles y de alto riesgo porque padecen de enfermedades base como asma, son adultos mayores, diabetes, e hipertensión arterial.
Los niveles de atención también obedecen a la disponibilidad de médicos y terapeutas, conforme a parámetros del reglamento de bioseguridad. Las citas son programadas para así evitar la aglomeración de pacientes, que solo pueden asistir con un acompañante.
“Nuestros servicios son los mismos antes de la pandemia, lo que ha variado es la cantidad de pacientes atendidos”, informa.
PROTEGER A USUARIOS Y PERSONAL
La rehabilitación demanda cercanía y continuidad, pues se trata de un trabajo personalizado, y en esas condiciones podría haber un mayor riesgo de infección.
Así lo explica Rosalía Álvarez, directora del Patronato Nacional de Ciegos, entidad que redujo al mínimo sus trabajos de rehabilitación y se abocó a la creación de protocolos para que los usuarios continuaran sus lecciones en casa.
Como consecuencia de la crisis sanitaria, el centro de masajes del Patronato, que contrata invidentes, cerró sus puertas (los masajistas que no fueron incluidos en el Fondo de Asistencia Solidaria al Empleado (FASE) recibían el salario mínimo y el Patronato, según su directora, se vio “lesionado económicamente”).
“Nuestras cifras este año se van a caer”, señala Álvarez, pero “hay que proteger tanto a los usuarios como a los profesores”.
Para quienes asisten a este tipo de centros, que provienen en gran medida de estratos socioeconómicos bajos, el peligro y los escollos comienzan en el mismo traslado.
En el transporte público no se pueden asegurar de mantener el distanciamiento y, muchas veces, requieren ayuda de desconocidos.
Los usuarios de sillas de ruedas, en tanto, recurren al servicio de taxi y deben asegurarse de contratar a personas de confianza que se cuiden y los cuiden. Pero el costo de este tipo de servicio puede encarecer su ya precaria situación económica.
VULNERABILIDAD ECONÓMICA
La pandemia por coronavirus vino a agudizar la vulnerabilidad de esta población, al limitar su acceso no solo a las terapias, sino también al empleo.
“Ha empeorado su situación económica porque dependen de otras personas o del trabajo informal”, afirma María Recarey, coordinadora nacional de la Asociación de Impedidos Físico-Motores (Asodifimo), entidad fundada en 1983.
Una situación similar atraviesan las personas con discapacidad visual, de acuerdo con la directora del Patronato Nacional de Ciegos.
“Están pasando penurias tremendas porque la mayoría de ellos son trabajadores informales”, dice Álvarez sobre los usuarios de los servicios de rehabilitación de esa institución. “No están generando ningún tipo de ingresos”.
Ambas coinciden en que, durante la cuarentena, las ayudas sociales destinadas a esta población no fueron consistentes. Las del Gobierno y los políticos mermaron a partir de julio y no hubo un adecuado levantamiento de información y coordinación en las entregas.
RIESGO DE SALUD
La población con discapacidad encara riesgos de contagio por coronavirus relacionados con su condición.
Según una guía elaborada por el Consejo Nacional de Discapacidad (Conadis) en respuesta a la crisis de salud, este conglomerado enfrenta barreras para acceder a la información de salud y para mantener el distanciamiento físico.
Algunos necesitan apoyo de terceros, incluso para poner en práctica medidas básicas como lavarse las manos.
Los dispositivos de ayuda (bastones, andadores, sillas de rueda) se encuentran en contacto permanente con el ambiente y pueden estar contaminados con el virus.
En ciertas condiciones, como cuando hay visión reducida, las personas deben tocar objetos para tener información del entorno que les permita movilizarse de forma segura.
SECUELAS DEL CORONAVIRUS
Por tratarse de una condición de salud nueva, todavía se desconocen los efectos que la enfermedad por coronavirus podría dejar a largo plazo. No obstante, los pacientes con cuadros graves, así como los envejecientes, que de por sí suelen tener algún nivel de discapacidad por la edad, quedan con dificultades motoras y podrían requerir terapia ocupacional.
“Se ha visto un alto porcentaje de las personas afectadas por el coronavirus con pérdida de las habilidades y destrezas motoras, así como un deterioro cognitivo. Aun con la desaparición del virus, los contagiados corren el riesgo de ser afectados por enfermedades neurológicas y de presentar algún tipo de distrofia muscular”, señala Juan Carlos Reyes, del departamento de Terapia Ocupacional de la ADR.
FUENTE: LISTIN DIARIO