Maguá Moquete Paredes (maguamoqueteparedes@gmail.com)
Los psiquiatras o psicólogos clínicos llaman "prognosis fatalis”, o diagnóstico de muerte inminente. Este reconocimiento está basado en los tratamientos conocidos que han fallado y que han abandonado a sí mismo. El droga dependiente continuará deteriorándose, convirtiéndose en un delincuente crónico
y sufriendo de crisis psicóticas agudas que terminarán en hechos fatídicos.
Hace algunos años, muchos consumidores de cocaína presentaban una disposición depresiva, y los jóvenes con frecuencia provenían de hogares inestables o destruidos.
¡Actualmente es por completo diferente! Ahora, provienen de todos los sectores sociales: ricos o pobres, educados o iletrados, de familias felices o infelices. Aún más, sabemos que la cocaína atrapa de igual modo a los adolescentes que a los adultos. La cocaína atrae a todo tipo de gente y no distingue entre
cerebros diferentes.
El cerebro es de todos los órganos del cuerpo, aquel en que el principio de homeóstasis determina el conjunto de fenómenos de autorregulación que llevan al mantenimiento de la constancia en las propiedades y la composición del medio de un organismo. El concepto fue elaborado por el fisiólogo estadounidense Walter
Bradford Cannon, 1871-1945.
Pero la cocaína altera el reciclado de las substancias secretadas por las células cerebrales para transmitir un flujo normal de mensajes coherentes. Este maravilloso desempeño autorregulante del cerebro, que descansa en el reciclado interno, es primero alterado y después destruido por la cocaína.
La naturaleza ha hecho del cerebro un mecanismo tan complicado, que la manipulación química del cerebro parece condenada al fracaso. Una expresión balanceada de las funciones intelectuales y emocionales del cerebro sólo puede
ocurrir en un medio cerebral con una composición delicadamente regulada por la renovación cíclica de sus neurotransmisores.
Por ello, la sustención de análisis permanentes en el adicto. La única forma de tratar la adicción a la cocaína es, sobre la base de la purificación del cerebro y permitir que vuelva a funcionar sin la droga. Nada sino la completa abstinencia puede restaurar el bien balanceado medio interno requerido para uncontinuo desempeño cerebral normal.
La presencia de una memoria afectiva asociada al uso de la cocaína explica por qué a un adicto rehabilitado nunca puede ser considerado como "curado", ya que no será capaz de consumir esta droga nuevamente sin volver a su adicción. Lo
mismo puede decirse de otras drogas adictivas como los opiáceos, y aún del alcohol o el tabaco.
Todas las experiencias individuales están impresas en el cerebro en forma de recuerdos que, considerados en su totalidad, determinarán la personalidad de cada individuo y, en gran medida, su conducta.
Ciertos recuerdos evocan sensaciones placenteras que pueden incluso remontarse a muchos años atrás. Uno de los mejores ejemplos de tales recuerdos profundos es el que narra el escritor novelista, ensayista y crítico francés Marcel Proust en su libro: En busca del tiempo perdido, donde dice con claridad meridiana que "la cocaína marca al cerebro con un recuerdo, impreso bioquímicamente, llamado impronta que no puede ser borrado.
Podemos recordar que la fragilidad del balance de las regulaciones del cerebro fue descrita hace cincuenta años por el psiquiatra francés Jacques-Joseph Moreau: La cocaína distorsiona el juego natural de las regulaciones cerebrales básicas, que dependen de un reciclaje normal de las substancias químicas
producidas por el cuerpo para mantener un funcionamiento cerebral coherente.
Afectadas por la droga, estas substancias naturales alcanzarán un nivel tóxico que evita la expresión de la mente racional. Por sus efectos dañinos del delicado y fino balance de las regulaciones cerebrales, la cocaína "provocará las creencias erróneas que todos albergan por su uso permanente.
En el cerebro un nuevo régimen bioquímico e "imprimiendo” un recuerdo dominante que desplaza a todos los demás recuerdos, la cocaína establece patrones de conducta orientados únicamente a la autogratificación interminable.
La presencia en una sociedad de un número notable de individuos
irremediablemente adictos a la cocaína e incapaces de ejercer su libre albedrío, dará como resultado efectos sociales dañinos, como pueden documentarse mediante un estudio de la historia y también mediante la ciencia epidemiológica.