Por. Laura Cristina Quintana.
“…Tus pecados te son perdonados” Lc. 5:20; Mc.11:25
El perdón es la base de toda bendición de Dios, a saber: Sanidad física, sanidad emocional, liberación, y el mayor don de la vida: La Salvación.
El cristiano debe ser rápido en perdonar. Así como la carne se corrompe si no recibe la sal o el frío para preservarla, así el alma puede entrar en putrefacción si el perdón no se ejerce con rapidez y en el nombre de Jesús.
Los que no perdonan se hacen esclavos de las más bajas pasiones como: el rencor, el resentimiento y por tanto son canales que invaden los espíritus malignos. Nosotros mismos, podemos perdonar de labios hacia fuera. Pero quien nos da la capacidad del
perdón es Dios. El perdón es un milagro del amor de Dios en nosotros y para nosotros.
La falta de perdón hace que nos olvidemos de Dios para tramar la venganza contra quienes nos han ofendido. Una vida que no conozca el perdón es una vida esclava y no tiene la paz y la libertad en Cristo.
Perdonar es uno de los actos de mayor trascendencia en la vida cristiana y es mediante la cual ponemos en las manos de Dios el paquete que contiene los problemas de más difícil solución, porque aún cuando parezca increíble guardamos rencores de Dios y debemos perdonarle.
Rencores contra nuestros padres, contra nosotros mismos, contra nuestro propio organismo, contra nuestro físico, y a todos y a todas debemos perdonar.
Hay diversos tipos de perdón:
Perdón espiritual: perdonar aquellos que envidian a los que tienen los dones y talentos del Espíritu Santo, por el hecho de ellos no tenerlos.
Perdón social: cuando se perdona a aquellos que con su explotación y sus injusticias
sociales generan el hambre y la miseria en la mayor parte de la humanidad.
Perdón religioso: A los hermanos de otras denominaciones que murmuramos y
censuramos y hasta despreciamos y de quienes también recibimos murmuraciones y
censuras por diferencias de doctrinas.
Jesús es la raíz y la esencia del auténtico perdón.
Hay una ley celestial que consiste en que la falta de perdón es un toxico que envenena
al espíritu. Entonces, al dar el perdón propio recibimos el perdón por todos los
pecados de nuestra vida y en la misma mano que extendemos para dar perdón al prójimo, recibimos el perdón propio. Porque Jesús celebra la fiesta del perdón. Y Él es el Gran Perdonador.
– Al que te engañó, perdónalo.
– Al que te mató a un familiar, perdónalo.
– Al que te perjudicó, perdónalo.
– Al que te desplazó del puesto que ocupabas, perdónalo
– Al esposo que te abandonó, perdónalo.
– Al padre que te maltrataba, perdónalo.
– Al compañero que te robo tus informes, perdónalo.
– Al jefecito que te desconsideró delante de todo el mundo, perdónalo.
– Al vecino que tira la basura para tu patio, perdónalo.
– Al hijo que se fue de la casa para vivir su vida, perdónalo.
– A la que le llevó chismes de ti al jefe, llámese: Encargado, Pastor/a, Jefe inmediato, Director, amiga o amigo, y a otros, perdónalos.
– Al compañero que copió, te robó tus anotaciones, perdónalo.
– Al hijo que abandonó el hogar para tomar nuevos rumbos, perdónalo.
Jesucristo es la persona clave del perdón. En una cruz, Crucificado, cuando ya desfallecía, cuando se acercaba la muerte perdonó a los que le ocasionaron ese sufrimiento tan grande. “Padre perdónales que no saben lo que hacen.”
Y tú, perdonas? Eres de los que se devuelven del camino para no saludar al que te ofendió o dañó?
Muchos dicen: “Yo perdono pero no olvido”.
El perdón trae reconciliación. El perdón trae paz a tu espíritu porque has sanado las heridas que tenías abiertas.
Todo esto quiere decir que mientras el perdón salva el desquite abre las puertas de la perdición.
Sólo cuando te acerques a Jesús aprenderás a perdonar..
DIOS TE BENDIGA.