Inicio EvidenCristianas Esther Yusilhay, una historia con el sello del cielo

Esther Yusilhay, una historia con el sello del cielo

PUBLICIDAD

Por: Erika Oviedo

PUBLICIDAD

SANTO DOMINGO- En Jesús hay futuro y esperanza, y aunque las cosas muchas veces se tornen difíciles, todo obra para bien, a quienes le aman. Queremos compartir contigo una historia donde el  protagonista de todo y en todo fue Dios, esperamos que cada línea pueda despertar en ti la fe para creer que Él es real y, aún hoy, hace milagros.

Esther Yusilhay es una joven mujer, esposa y madre, con grandes sueños y anhelos de superación como todas las personas. Su vida transcurría con normalidad, dedicada a su familia y acompañando a su esposo en su carrera y ministerio, hasta un día. Una piedra en el camino, retrasó el logro de muchas metas.

Un obstáculo en el camino

“Durante mucho tiempo me dedique a mi familia. Con los niños, acompañándolos en el proceso de crecimiento y, con mi esposo, apoyándolo en su carrera y ministerio. Estuve mucho tiempo sin proyectos profesionales, fue mi deseo estar con los niños hasta que crecieran un poco para comenzar a estudiar y trabajar. Pues así lo hice, y en el año en el que terminaría mi carrera universitaria, decidí hacerme unos chequeos rutinarios para asegurarme de que nada iba a impedir que concluyera esa etapa y pudiera trabajar en mi área profesional”.

Los resultados salieron dentro de rangos normales.

“A través de un amigo, Dios nos reveló a mi esposo y a mí, que para nosotros venia una prueba grande, pero que estuviéramos tranquilos porque todo iba a estar bien. En esa misma semana me descubrí una bolita en mi seno izquierdo, como del tamaño de un grano de arroz. Decidí visitar una doctora para mostrar los resultados y que me hiciera un chuequeo. Me dieron unas pastillas que tomaría por tres meses”.

En vez de detenerse el crecimiento o desaparecer, la bolita creció. Luego de tres meses más de tratamiento, la biopsia revela que tiene cáncer.

Dios: el gran protagonista y hacedor de milagros

“Al conocer el diagnostico, entré en una depresión y comencé a pensar muchas cosas. Recuerdo que estaba en la visita al médico, con muchas ganas de llorar y, de repente,  en mi cabeza comenzó a sonar el “Himno de victoria” de Danny Berrios. La cantaba yla cantaba y a la tercera vez, una paz invadió todo mi ser. Me llenó la paz del Señor, solo esa que sobrepasa todo entendimiento. No estaba feliz, si pensaba en lo evidente y en un  diagnóstico como ese que es muerte, pero estaba en paz”.

Era un cáncer muy agresivo, pero como estaba tan pequeño no ameritaba más que una cirugía. En el proceso de los análisis para la intervención, creció de una manera alarmante.

“Al momento de la cirugía, en el quirófano. La doctora dice que ya no podía operar, que había crecido. Estaba más grande que mi seno. Fui derivada a oncología. Hasta ese momento, manejamos la información solo entre mi madre, esposo y yo. Luego que comenzaron las quimioterapias, de las más agresivas, abrimos un poco más y lo comunicamos a algunas personas y ahí comenzamos a recibir apoyo en oración de mucha gente”.

“Durante todo el proceso vi la mano de Dios obrar en todas las cosas, desde el más pequeño detalle. Del cielo llegó la provisión. Un año antes llegó un seguro médico a mi casa, que no busqué. Dios tenía todo preparado. Un día llamé al seguro para preguntar sobre el monto que restaba y me dijeron que tenía una cobertura especial. Una enfermedad costosa, nosotros no tuvimos susto alguno.Mi esposo dejó de trabajar ese año completo, era mi enfermero, y Dios tuvo cuidado de la parte económica, nada faltó. También puso gente a nuestro alrededor para darnos apoyo en todas las áreas”.

Mientras seguían las quimio, el tumor continuaba creciendo. Así que por recomendación médica, la enviaron a dar sesiones de radioterapia y a determinar los siguientes pasos en una junta médica donde se decidió continuar con un esquema de seis quimioterapias más. Pero, en el segundo ciclo, Dios obró el milagro en su cuerpo en una actividad en La Romana.

“En la puerta del estadio, la persona que estaba ministrando, empezó a orar y  Dios le mostraba una bandeja en donde me cambiaban los órganos. Esa oración fue sábado. El martes fui a ver la oncóloga, ya la inflamación había desaparecido. De tener un tumor inoperable, ya había cambiado a ser operable y un médico se dispuso a operarme la siguiente semana”.

Al final de la operación, se hizo una biopsia que dio algunos márgenes positivos. Así que tuvo que dar 32 sesiones de radioterapia. Hace más de un año que está libre de cáncer.

No es solo tener fe, es caminar sobre esa fe

“Caminar en fe es esperar la provisión del cielo, no estar tirado triste, ver lo que no es como si fuera.Mucha gente dice que tiene fe, pero no cree en lo que Dios le ha dicho. Sobre mi había una palabra de que no sería el final, y creí. El Señor le plació tener misericordia de mí”.