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Los Guloyas danzan para recordar a los cocolos entre cañaverales y guavaberry

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TEXTO: ROSSANNA FIGUEROA

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En las coloridas danzas por las calles y avenidas de San Pedro de Macorís, ya Linda no puede acompañar a sus amados cocolos en la danza de Los Guloyas. Donald Hullester Warner Henderson, uno de los principales exponentes y promotor Guloya acompaña en alma a sus hermanos y danza desde el cielo el cadencioso ritmo de pies y cadera.

Y, es que, desde hoy, Día de Navidad y hasta el 6 de enero, Día de los Reyes Magos, los cocolos de San Pedro de Macorís que han recibido por herencia mantener esa cultura, salen a danzar durante todo el día por las calles de La Sultana del Este.

El extinto folclorista, ensayista e investigador dominicano Fradique Lizardo, resaltaba que la inmigración cocola procedente de las islas del Caribe a nuestro país, hizo grandes aportes a la cultura y al carnaval dominicano, siendo el baile uno de los más reconocidos. Y realmente tenía toda la razón, pues con el paso del tiempo Los Guloyas, mayores exponentes de la tradición cocola en la isla, fueron reconocidos por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación y la Cultura (Unesco), lo reconoce el 25 de noviembre de 2005 como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Es por eso que, siguiendo la tradición cocola, los días el 25 de diciembre, uno y seis de enero, las calles de San Pedro de Macorís huelen a caña y a guavaberry. Los Guloyas se apoderan de cada espacio con su baile y ritmo contagioso, que hace mover los pies y las caderas hasta de los mamandos.

¡Ey you!, es el principal grito, y con éste inicia una danza que invoca libertad, un maridaje entre el hacha y la caña. Trajes atractivos y coloridos, un gorro con largas plumas de pajuil o pavo real, pitos, cascabeles, flautas y redoblantes son suficientes para producir un ritmo pegajoso. Las máscaras, de acuerdo a algunos autores, son el símbolo del dolor que quisieran ocultar, así como los signos dejados por los años.

Ya no está Linda (Donald Hullester Warner Henderson), quien falleció y que fue uno de los más connotados exponentes de la cultura guloya. Coloso (Fidel Norberto Antonio Erazo), con sus casi 80 años, y refugiado en una pequeña y humilde vivienda de alquiler, sigue recuperándose de las lesiones sufridas en un accidente de tránsito, pero el amor por su música lo hacer pararse de su silla y decir: “Todavía bailo, aunque no pueda mover mucho la pierna”.

Nueva generación

Julianito Adames Santana, actual líder de Los Guloyas de San Pedro de Macorís, dijo que la cultura del baile inició a finales del siglo XIX cuando llegaron comenzaron a llegar los primeros migrantes de las islas inglesas para trabajar en los ingenios azucareros.

Recuerda que los días de Los Guloyas salen a bailar en las calles de San Pedro de Macorís el 25 de diciembre (Día de Pascua), 1 de enero (Día de Año Nuevo) y 6 de enero (Día de los Reyes Magos).

“Estas tres fechas son muy específicas, porque a partir de septiembre, cuando cerraba la zafra, los inmigrantes comenzaban una etapa de ocio lo que le permitía practicar sus bailes y luego salir el Día de Pascua y los demás días a bailar a las calles”, expresa.

Por décadas así fue. Sin embargo, un baile que se ha arraigado en la cultura de La Sultana del Este, traspasó esa frontera geográfica y cada año se expone en el Desfile Nacional del Carnaval, en Santo Domingo, así como en otros desfiles a nivel nacional.

En torno al grupo, Julianito explica que va en aumento en cuanto a la cantidad de bailadores. Indica que en este momento son 50, entre ellos unos 20 niños y adolescentes que los han ido integrando tanto como danzadores como músicos.

“El ejemplo que seguimos de los guloyas mayores, es que trabajamos en el compromiso de que esa cultura no muera, que se transmita de generación en generación”, refiere.

Una tradición que no muere

Jesús Castro es un Guloya que inició bailando a los siete años de edad por influencia de su padre. Eso ocurrió a finales de la década de 1960.

Dice que Los Guloyas representan la libertad que sentían los cocolos cuando les otorgaban algunos días de descanso durante la zafra de caña.

“Para mí esto significa mucho, porque lo llevo en la sangre. Tengo que bailar obligado”, expresa.

Lucila Santana Céspedes

Doña Lucila, de 62 años de edad, es una guloya que baila desde niña, por ser nativa del barrio Miramar en San Pedro de Macorís. Aunque en su infancia se iba detrás de los guloyas sin permiso de sus padres, motivo por el cual se ganaba sus pelas, dice que lleva en la sangre la danza cocola.

De manera oficial forma parte del Teatro Danzante Guloya desde diciembre de 2006, lo que la ha llevado a conquistar grandes amigos y a viajar a múltiples destinos del país y del mundo como exponente de esa cultura.

Héctor del Guidice

Otro exponente de la cultura guloya es Héctor Nicolás del Guidice, de 58 años, tiene 36 años dentro de los guloyas, aunque su inicio fue como músico.

“Yo comencé en 1982 a salir atrás de los guloyas, del Primo, del Regulantero, de uno llamado Japón, y miraba cómo era que daban los golpecitos, porque es mirando que uno aprende”, recuerda.

Y agrega: “Trabajaba en la zona franca y pedía permiso para ir bailar guloya, y luego volvía a trabajar”.

Héctor dice que lleva el baile y la cultura cocola en las venas y que hasta la muerte bailará en su natal san Pedro de Macorís.

Fuente: Diario Libre