La persona del Espíritu Santo es determinante en la obra de la salvación. Cada creyente es sellado como propiedad de Dios por el Espíritu, en el momento en que cree el evangelio de Jesucristo (Ef. 1:13-14; 4:30 Cf. Rom. 8:9), por lo cual todos aquellos que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios (Rom. 8:14).
Desde que Jehová el Señor habló en el Antiguo Testamento acerca del Nuevo Pacto en la Sangre de Jesucristo, desde ese momento, el Espíritu de Dios fue prometido a los que habían de creer al Evangelio de Dios acerca de su Hijo Jesucristo, y sería el Espíritu, quien capacitaría al creyente para andar en la ley Dios. Ezequiel dice: «Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y PONDRÉ DENTRO DE VOSOTROS MI ESPÍRITU, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. Ezequiel 36:26-27»
Cuando el Señor Jesús fue presentado por Juan el Bautista al Pueblo de Israel, fue presentado como el que bautiza con el Espíritu Santo: «Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ÉSE ES EL QUE BAUTIZA CON EL ESPÍRITU SANTO. Juan 1:33»
De manera que, solo creyendo en Jesucristo, se puede recibir la bendición del Espíritu de Dios, como dice el mismo Señor: «El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. ESTO DIJO DEL ESPÍRITU QUE HABÍAN DE RECIBIR LOS QUE CREYESEN EN ÉL; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado. Juan 7:38-39» Esto también es confirmado, cuando en el primer sermón de la cristiandad, una multitud preguntó a los apóstoles ¿Qué haremos? La respuesta apostólica fue: «Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; Y RECIBIRÉIS EL DON DEL ESPÍRITU SANTO. Hechos 2:38»
Una vez, una persona ha puesto su fe en Jesucristo, el Hijo de Dios, la autoridad del Espíritu de Dios en su vida le guiará el resto de su vida en el proceso de salvación; dará al creyente victoria sobre el pecado (Rom. 8:2); producirá en el creyente el querer, y el poder para hacer la voluntad de Dios (Fil. 2:13); el Espíritu mismo intercederá por el creyente ante el Padre con gemidos indecibles (Rom. 8:26-27); el Espíritu con su autoridad le librará del Maligno (1 Jn. 4:4; 5:18); dará dones a los creyentes (1 Cor. 12:4, 8-11); dará ministerios (1 Cor. 12:5); ejecutará a través de los creyentes operaciones (1 Cor. 12:6); y entre otras muchas cosas, forjará la imagen de Jesucristo en los santos (2 Cor. 3:17-18). Alabado sea Dios por su Espíritu en nosotros, los que creemos que Jesucristo es el Señor, el Salvador del mundo. Dios nos ayude.
Pastor Alberto Moneró Rijo