Por Dionicio Hernández Leonardo
Un día como hoy, 10 de agosto de 1897, el farmacéutico y químico alemán Felix Hoffmann, en sus experimentos químicos-farmacéutico, mientras trabajaba para la empresa alemana Bayer, obtuvo el ácido acetilsalicílico en forma pura y estable, conocido como aspirina, cuyo principio activo originalmente era indicado como analgésico, antiinflamatorio y antipirético. Hoy día, se estima que el 37% de las veces que es indicada es para prevenir accidentes cardiovasculares, porque es un excelente antiagregante plaquetario. Dos años después del hallazgo de Hoffmann, en 1899, Bayer registró su patente e inició su comercialización con el nombre de ASPIRINA, cuyo nombre deriva de la unión de las siguientes iniciales: A= Acetilo; SPIR= Spirea sauce; IN= terminación usada para fármacos en esa época.
La historia nos revela que, durante la Primera Guerra Mundial, 1914 a 1918, Los Estados Unidos de América confiscaron los activos y las marcas de Bayer. De esa manera, la marca “ASPIRINA”, que ya era popular, quedó liberada, perdió su estatus de marca registrada en mercados importantes, entre ellos: Los Estados Unidos, Francia y el Reino Unido. Solo España, México, Suiza, Canadá, Alemania, entre otros países, reconocen la propiedad de Bayer sobre la marca.
Termino esta nota con un pensamiento del inmenso Mario Benedetti: “Hay una sola aspirina del alma, y es el amor”.