La Biblia, la Palabra de Dios, es el único libro sobre la tierra, cuyo origen es divino. Dios utilizó autores humanos, de distintas épocas y estratos sociales, y a través de muchas maneras, transmitió a través de ellos, su eterno consejo (2 Ped. 1:21). El Espíritu de Dios estuvo en la vida de quienes hablaron en nombre de Dios, y los condujo de manera sobrenatural a producir un texto sin error, para la humanidad.
El término “Inspirada” que utiliza el apóstol Pablo en 2 Timoteo 3:16 es: theopneustos (θεόπνευστος), inspirado por Dios (Theos, Dios; pneo, respirar), literalmente quiere decir, que las Escrituras fueron “sopladas”, “respiradas o exhaladas por Dios”, implicando esto, entre otras cosas, que las Escrituras son una iniciativa de Dios. No es el resultado de convenciones humanas, es el soplo de Dios hecho Escritura, cuyo contenido es de carácter vinculante para toda la humanidad en todas las épocas.
La Biblia contiene dos partes. El Antiguo Testamento, donde el “soplo de Dios” que fue registrado por los profetas en el idioma Hebreo, con una mínima porción en Arameo, y el Nuevo Testamento, cuyo registro original fue hecho en Griego Koiné. Todas las traducciones hechas a la Biblia en otro idioma no son inspiradas, tan solo el texto original ES INSPIRADO.
La mayoría de los CREDOS y CONFESIONES cristianos dicen: “Creemos que la Biblia es la Palabra de Dios, que fue INSPIRADA verbal y plenariamente por Dios EN SUS ESCRITOS ORIGINALES”. Las traducciones y paráfrasis del texto original de la Biblia, no pueden transmitir de forma plena el sentir prístino del texto original.
Una regla muy básica en la interpretación de la Biblia es basar las investigaciones del texto en los idiomas originales en los cuales se registró, para así tener una proximidad con el significado primigenio e intención en la mente de Dios al momento de revelar su consejo. La Biblia no es cualquier libro, es la Palabra de Dios.
Pastor Alberto Moneró Rijo