Es indudable, todos moriremos. Tan solo nacer es el inicio de un viaje indetenible y seguro hacia la muerte. Morir es un evento tan importante, como el evento del nacimiento. El nacimiento nos coloca en el planeta en un espacio de tiempo que es transitorio, y la muerte nos pasa de esta vida a la eternidad. También con la muerte inicia, lo que técnicamente es denominado el Estado Intermedio, lo cual se refiere a esa etapa que está comprendida entre la muerte y la resurrección de los muertos. ¿Qué ocurre cuando una persona muere? ¿Hay resurrección de muertos? Interrogantes como estás, deben hallar respuestas en esta vida, debido a que no existe posibilidad alguna de retroceder en el tiempo para cambiar o alterar la historia.
Cuando una persona muere, solo existe uno de dos destinos posibles para pasar la eternidad. Mateo dice: «Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. Mateo 7:13-14» En esta vida debemos decidir por cual puerta entrar, la ancha o la angosta. Nuestra decisión aquí, nos anticipa entonces donde pasaremos la eternidad, si en la vida o en la perdición.
El Señor Jesucristo dijo: «Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. Juan 10:9» Pablo decidió entrar por esa puerta, y por eso podía proclamar: «Para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia… estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; Filipenses 1:21-23» Efectivamente, se pasa a mejor vida cuando se muere en Cristo. Al malhechor que se convirtió, y puso su confianza en Jesús, el Señor le dijo: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso»
La puerta aparte de la estrecha, es la ancha. Es la preferida por las mayorías, nos introduce a un camino espacioso, pero que finalmente es camino de muerte, nos introduce a la perdición eterna. La Palabra de Dios nos habla acerca de alguien que decidió tomar esa puerta. Lucas nos dice: «Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez… y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos…. Lucas 16:19, 22, 23» Así ocurre cuando tomamos la puerta ancha. Nuestro destino es entonces un estado intermedio desafortunado, para ser resucitados en el juicio final, para condenación eterna (Apoc. 20:11-15).
Los vivos, quienes sabemos que hemos de morir, debemos interesarnos en entrar por la puerta que conduce a la salvación. No hay atajos, no hay oportunidades cuando termina nuestro tiempo aquí, por tanto, hoy es el tiempo aceptable para entregar nuestras vidas a Jesús. Dios tenga misericordia.
Pastor Alberto Moneró Rijo