
El cristianismo descansa sobre un pilar histórico que ha estado expuesto a la consideración de la todas las ciencias, filosofías y religiones por más de veinte siglos, y sigue tan estable hoy como desde el primer momento en que se estableció. El pilar al cual me refiero, es a la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Evento histórico a través del cual quedó evidenciado que Jesucristo es el Señor, el Hijo de Dios, el Mesías que Dios había prometido por medio de sus santos profetas, por medio de quien Dios daría salvación a la humanidad.
Si alguno pudiere demostrar que la historia de la resurrección fue una farsa, entonces el cristianismo desaparecería, los testigos de esta fe, quedarían en ridículo y serían hallados falsos testigos de Dios, y todos aquellos que pusieron su esperanza en el Mesías resucitado serían las personas más dignas de conmiseración de entre todos los hombres. Pero Jesucristo resucitó, los que le vieron luego que se levantó de entre los muertos, entregaron sus vidas por lo que vieron y palparon, la tumba en la cual fue puesto el cuerpo de Jesús está vacía, los que en principio se opusieron a lo evidente, terminaron creyendo en el Cristo resucitado, y el imperio bajo el cual se registraron los eventos de la resurrección terminó siendo “cristiano”.
Cuando el apóstol Pablo estuvo frente al rey Agripa, después de presentar denodada apología de su fe en la resurrección de Jesús de entre los muertos, dijo al rey Agripa: «Pues el rey sabe estas cosas, delante de quien también hablo con toda confianza. Porque no pienso que ignora nada de esto; PUES NO SE HA HECHO ESTO EN ALGÚN RINCÓN. Hechos 26:26» Efectivamente, la resurrección de Jesús de entre los muertos no fue un evento privado. María Magdalena y otras mujeres, vinieron al sepulcro domingo en la mañana, donde fueron informadas por ángeles sobre la resurrección de Jesús, lo cual comprobaron de inmediato, viendo el sepulcro vacío (Mateo 28:1-10; Luc. 24:1-12). Los soldados que atendían la tumba dieron un informe a las autoridades de todo lo ocurrido (Mateo 28:11-15), los discípulos que recibieron el testimonio de las mujeres que habían ido al sepulcro, fueron a la tumba y comprobaron lo acontecido (Lucas 24:10-12; Juan 20:1-10). Casi dos meses después de la resurrección de Jesús, en un día de Pentecostés, como a las nueve de la mañana, luego que el apóstol Pedro explicará a la multitud congregada, la venida del Espíritu Santo, algunos de los congregados allí, le preguntaron: ¿Qué haremos? «Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Hechos 2:38» El resultado fue muy significativo, tres mil personas pasaron a las filas del cristianismo (Hechos 2:41), personas que habían contemplado la crucifixión de Jesús, muchos de los cuales observaron el manejo de la sepultura de Jesús, muchos de los cuales, después de la resurrección, habían ido a la tumba para comprobar si el cuerpo de Jesús estaba allí.
Las autoridades romanas y judías, en el día de Pentecostés, fueron conminadas a dar una respuesta al pueblo, ante el testimonio apostólico de la resurrección de Jesús de entre los muertos, pero nunca dieron una explicación, nunca presentaron el cuerpo de Jesús, nunca presentaron cargos contra los discípulos por haberse robado el cuerpo de Jesús, Por el contrario, su silencio sobre el asunto vino a ser una prueba más de la resurrección. Mucha gente, entre las autoridades, terminaron creyendo en el Cristo resucitado (Hechos 6:7). Finalmente, todo esto aconteció en una época de persecución, en la cual, creer en Jesús, era declararse enemigo del imperio, era declararse hombre muerto.
Pastor Alberto Moneró Rijo
